| Contrastes y parejerías |
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| ¿Es buena o mala la educación en la Isla? Una pregunta a responder desde la experiencia y expectativa nacionales. |
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| por EMILIO ICHIKAWA MORIN, Miami |
Parte 1 / 2 |
Los asuntos cubanos, de los cubanos de dentro y los de fuera, pueden ser más reveladores si se apartan del estilo comparativo. No es que sea erróneo el cotejo, pero resulta que el elogio y la recriminación que emerge del contraste suelen contener algunos elementos de futilidad que, en los casos extremos, llevan al conformismo o la insatisfacción.
Hay gente muy precaria en la Isla que monitorea la suerte de los que vivimos fuera, y los datos de nuestra accidentada biografía le sirven, increíblemente, para ajustarse la vida. El ejercicio es muy insano: que uno esté jodido en nada contribuye a la felicidad del otro. Tampoco debe incitar a la sensación de fracaso la noticia de que un compatriota radicado en los Estados Unidos o Europa se mueve en el mejor coche del año o es publicado por la editorial más prestigiosa del mundo.
Lo decía Leibniz y no me canso de repetirlo: sólo es quien es distinto, y sólo es distinto quien distinto en sí. La satisfacción o la frustración que se establecen comparativamente son artificiales, acarrean desgracias y alegrías falsas; es algo que nos duele o nos alegra de manera ilegítima, como si fuera parte de una suerte ajena que nos apropiáramos al son de la casualidad más efímera.
Esto sucede también cuando analizamos la calidad política del país. Respecto a la educación, por ejemplo, de nada sirve que se diga que en algunos países de África no hay escuelas, o que Harvard o Yale son universidades envidiables. Cotejos, verificaciones externas, fuentes de elevación y rebajamiento que nos marcan desde fuera. Lo que vale, a la hora de analizar la educación en Cuba (así como cualquier otro elemento de nuestra cultura o biografía), es el análisis crítico de la situación actual a partir de las posibilidades e imposibilidades que ella misma muestra en su particular contexto (autorreferencial).
¿Es buena o mala la educación cubana? Se debe responder la pregunta desde la educación cubana misma, desde la experiencia y expectativa propias.
Se saben al menos dos cosas de la educación en Cuba: es gratuita y es obligatoria; al menos hasta el nivel secundario. Es también, en ese sentido, una educación democrática y, como todas las instituciones que se conciben en el marco de este universo político, padece el mal de la "parejería" (Mañach), es decir, de la falta de énfasis en la consideración de las diferencias.
La educación democrática tiene los mismos límites que el derecho burgués, según señalara Marx en unas marginales escritas en 1875 y editadas con el título de Crítica al programa de Gotha: "Leyes iguales para hombres distintos". La objeción en la cuestión educativa pudiera formularse así: "Programas de estudio iguales para alumnos diferentes".
Debo decir que más allá de la concepción general, que he calificado como democrática en su modo de implementación, hay en la educación socialista notables diferencias de calidad. Por encima de la media nacional está, por ejemplo, el Preuniversitario Vladimir Ilich Lenin (la antigua "Vocacional"); esta escuela conjuga su cercanía a la ciudad con un claustro de profesores de primera línea. En la Educación Superior tenía ganada fama el Instituto Superior de Relaciones Internacionales, donde hasta en los tiempos de la más dura ortodoxia marxista se enseñaba a pensar con cierta elegancia. Disponía de recursos importantes y de profesores bien formados y, lo que es fundamental, enterados de lo que sucedía en otros lugares del mundo.
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