Viernes, 27 septiembre 2002 Año III. Edición 460 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Discurso de Vaclav Havel en la Universidad Internacional de la Florida

Miami, 23 de septiembre de 2002

Señor Presidente,
Distinguidos invitados,
Señoras y Señores,
Ciudadanos de Cuba que nos oyen,

Por primera vez en mi vida estoy en la Florida y, al mismo tiempo, es el último estado de los Estados Unidos de América y del continente americano que visito en mi cargo de Presidente de mi país. Soy yo quien ha elegido la Florida y lo hice para saludar, desde aquí, a todos los cubanos, es decir, a los que viven aquí y también a los que tienen su casa en la Isla.

Toda persona moderna y de pensamiento libre siente o debería sentir solidaridad con todos aquellos a quienes se impide vivir en su patria o visitarla libremente, y también con los que se ven obligados a vivir en ella en permanente miedo, y con los que no pueden salir y luego regresar a ella con toda normalidad.

Sin embargo, hay personas que por principio deberían sentir esa solidaridad con mayor intensidad que otros. Me refiero a los que hemos conocido en nuestras propias carnes la fuerza de la vida en un sistema totalitario de corte comunista o a los que intentamos incluso presentar resistencia a ese sistema y al mismo tiempo tuvimos la oportunidad de conocer la gran importancia que tenía la solidaridad y la ayuda de personas de países más libres.

Pienso que uno de los instrumentos más diabólicos del avasallamiento de los unos y del embelesamiento de los otros es el especial lenguaje comunista. Es un lenguaje lleno de señuelos, esquemas ideológicos, flores retóricas y estereotipos idiomáticos; un lenguaje capaz, por una parte, de maravillar enormemente a las personas que no hayan descubierto su falsedad o a las que no hayan tenido que vivir en ese mundo manipulado por ese lenguaje, y, al mismo tiempo, un lenguaje capaz de despertar en otras personas el miedo y el terror, obligándolas a disimular permanentemente.

También en mi país hubo generaciones enteras de personas que se dejaron desorientar por ese lenguaje lleno de bonitas palabras sobre la justicia, la paz, la necesidad de luchar contra los que, supuestamente en interés de las fuerzas del mal, se oponen al poder que utiliza ese lenguaje.

La gran ventaja de ese lenguaje es que todo está enlazado en firmes acoplamientos mutuos de un sistema cerrado de dogmas que excluyen todo lo que no encaja en él. Cualquier idea un tanto original o independiente, igual que la propia palabra que no se utiliza en el lenguaje oficial, se encasilla en la correspondiente categoría de subversión ideológica, incluso antes de ser pronunciada. La red de dogmas que justifican cualquier arbitrariedad del poder suele tener la forma de una utopía, es decir, la de una construcción artificial del mundo que contiene en sí, automáticamente, toda una gama de razones de por qué es preciso oprimir, prohibir o aniquilar cualquier cosa que rompa con los moldes o que sobresalga, y, todo ello, en aras de un futuro más feliz.

Es cómodo aceptar este lenguaje, creer en él o por lo menos amoldarse a él. Es muy difícil mantenerse firme, por mucho que esté cien veces presente el sentido común, pues eso significa rebelarse contra el lenguaje del poder o simplemente no emplearlo. El sistema de persecuciones, prohibiciones, denunciantes, elecciones de participación obligatoria, delación, censura, sistema al que siguen los campos de concentración, va envuelto en un hermoso lenguaje que no vacila en denominar a la esclavitud una forma superior de libertad, al pensamiento independiente una servidumbre al imperialismo, al espíritu de iniciativa humana una depauperación de los otros y a los derechos humanos un invento de la burguesía.

La experiencia de mi país es simple: cuando se ahonda la crisis interna del sistema totalitario hasta el punto en que es evidente para todos, y cuando un número cada vez mayor de personas logra emplear su propio lenguaje y rechazar el lenguaje charlatán y mentiroso del poder, la libertad se encuentra sorprendentemente cerca, incluso a corto alcance. Y de repente salta a la vista que el "rey está desnudo" y el misterioso resplandor de la palabra libre y del comportamiento libre son mucho más fuertes que el más poderoso ejército, que la policía, que las estructuras de las organizaciones del partido o del máximo poder de la economía gestionada centralmente y centralmente destruida, y de los medios de comunicación centralmente avasallados, los principales cultivadores del lenguaje mentiroso de la utopía oficial.

Nuestro mundo, en su conjunto, no se encuentra en buen estado y avanza por un derrotero muy ambiguo. Empero, esto no quiere decir que tengamos el derecho de abandonar la libre y culta reflexión y reemplazarla por un conjunto de utópicas frases hechas. Con ello no mejoraríamos el mundo, sino que seguiríamos empeorándolo. Significa, por el contrario, que debemos hacer más por nuestra propia libertad y por la de los demás.

Deseo a todos los cubanos una vida en libertad, alegría por la independencia y prosperidad.

¡Deseo que se conceda el Premio Nobel de la Paz a Oswaldo Payá Sardiñas, gran luchador por los derechos humanos en Cuba, y que ese premio refuerce el valor de todos los cubanos para resistir sin violencia al régimen violento!

Les agradezco su presencia y su atención.

Vaclav Havel
Presidente de la República Checa.


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