Puro teatro |
|
La Habana exhibe su ejército cuando la visita del General de División Sixto Batista Santana al Jefe del Estado Mayor de China está todavía en el tintero. |
|
por MICHEL SUáREZ, Valencia |
|
El último avión de combate soviético entró a Cuba en el año 1989. De 40 solicitados, Mijail Gorvachov sólo envió 12, quizás porque ya sabía a dónde irían a parar la URSS, sus aliados y el copón divino. Desde entonces, junto a la cancelación del maridaje político y económico entre ambos Estados, sobrevino la ruptura militar. Las tropas soviéticas acantonadas en la Isla hicieron sus maletas con destino a Moscú y, por consiguiente, el Kremlin no "vendió" ni una sola AKM más a Fidel Castro. No puede olvidarse que cada avión de combate de última generación le costaba al pueblo de Cuba casi 20 millones de dólares, según expertos.
A sólo dos años de la hecatombe soviética, ya el gobernante cubano había ordenado la total "conservación" de la técnica militar, es decir, la salida inmediata de la categoría de "disposición combativa" de la mayoría de los tanques, aviones, piezas de artillería antiaérea, fusiles y unidades de transporte y comunicaciones. Conservación era en aquellos tiempos un concepto que implicaba —literalmente— engrasar y empapelar todo el equipamiento y, si era posible, convertirlo en piezas para su almacenaje bajo tierra. Sin decirlo muy alto, el ejército comenzaba a desarmarse y la cantidad de efectivos se reducía drásticamente por el impacto de la crisis económica.
Sin embargo, a más de diez años del inicio de una crisis nunca superada, vuelven a escucharse, de buenas a primera, los tambores de las FAR. Se anuncia a toda página el regreso a las maniobras militares de paz. ¿A qué se debe el inesperado cambio de las autoridades castrenses cuando todo el mundo sabe de qué pie cojea hoy el ejército de la Isla?
Luego del bullanguero trámite parlamentario del "socialismo intocable" llegaron a Cuba los ejercicios militares del verano. El Ejército Central era el protagonista, y un aluvión de mensajes periodísticos adornaba el muy bien nombrado "teatro de operaciones militares". El oficialista Granma destacaba los "resultados positivos" en los ejercicios con tanques, aviones, helicópteros y carros blindados, donde se aplicaron los "nuevos conceptos del combate contemporáneo".
Primero el embuste parlamentario, a punta de pistola, por el sí o sí. Después la exhibición de fuerza en términos más concretos. Una película idéntica a la protagonizada por Lenin y Stalin ante la Plaza Roja de Moscú, Hitler y sus paradas militares o Franco en los Desfiles de la Victoria de Madrid. Todo ello a base de cara, pues es un secreto a voces que al ejército cubano sólo le queda la bravuconería. En el propio año 1991, ya las plantillas de personal activo habían descendido al mínimo indispensable, sin contar con que la preparación de las tropas casi se efectuaba con equipamiento simulado. Tal situación originó el despliegue de miles de soldados y oficiales hacia trabajos de autoabastecimiento agrícola, convertido desde entonces en el objetivo número uno de las Fuerzas Armadas cubanas.
¿Por qué entonces tanta parafernalia en torno a las más recientes maniobras del ejército? Por la misma causa que en un Domingo de la Defensa se continúa citando a los vecinos a las siete de la mañana para lanzar estrellas de acero contra un yanqui de cartón o para incendiar un viejo neumático en representación de un ataque aéreo enemigo. Las bases ideológicas del show son las mismas: reforzar la paranoia colectiva ante una presunta "guerra" que cada día se aleja más.
Lo cierto es que Fidel Castro no parece conformarse con el envejecimiento de su arsenal y ha comenzado a tantear a los chinos, para colocarlos en lugar de los rusos. El primer síntoma lo revelaba el diario moscovita Izvestia: "Castro ha ofrecido la base de Lourdes al Gobierno chino para operaciones de espionaje electrónico... Al parecer, la propuesta cubana ha sido bien recibida por Pekín". Luego, la reveladora visita del General de División Sixto Batista Santana al Jefe del Estado Mayor de China, Fu Quanyou, donde este último admitía que "las relaciones entre las Fuerzas Armadas de ambos países han cobrado un desarrollo acelerado". El veterano general cubano se refería también a que "las dos naciones y sus ejércitos tienen muchos intereses y tareas en común".
El panorama hace pensar que, además de parapetos parlamentarios y barricadas políticas, el régimen intenta ratificar su "invencibilidad" por los cuatro flancos. Mientras escasean la leche y el pan y los apagones hacen acto de presencia, el gobernante se da el gustazo de organizar maniobras militares. Puro teatro. ¿O no?
|