Viernes, 04 enero 2002 Año III. Edición 273 IMAGENES PORTADA
Opinión
Guantánamo NO, Lourdes SÍ

El desengaño de la base militar rusa.
por ADOLFO FERNáNDEZ SAíNZ  
Mural

Cuba exhibe hoy el patético espectáculo de un Gobierno que, diciéndose nacionalista, pide a una potencia extranjera que no retire de su territorio nacional su base de espionaje.

Es cierto que ese Gobierno recibe por el alquiler de Lourdes 200 millones de dólares anuales y que el momento no está como para perderlos. También es cierto que se beneficia del servicio de la base pegando la oreja para escuchar los secretos militares, aspecto al que parece conceder la mayor importancia.

Pero lo que más molesta al régimen, más que las pérdidas económica y militar de este Vieques al revés, es la crisis política que se ha generado y sobre todo, su dilucidación pública.

La primera sorpresa para muchos cubanos el pasado 17 de octubre, fue la noticia de que en nuestro suelo había una base rusa de espionaje. Todo el mundo había oído hablar de la otra, la de Guantánamo, y de la Enmienda Platt. Pero de la rusa, la gente no sabe a ciencia cierta ni en qué municipio está. ¿Qué tratado internacional se firmó para permitir su instalación en nuestro territorio? ¿Qué parlamento la aprobó? ¿Cuándo se le consultó al pueblo, tan celoso de la soberanía nacional? Y, por último, ¿qué hace esa base en Cuba espiando a los americanos si ya no hay con los rusos ningún compromiso ideológico?

En defensa de su espionaje floridano, Fidel Castro argumentó que no le interesaban los aspectos militares de los Estados Unidos y que los cinco inocentes —enjuiciados y encarcelados recientemente por pertenecer a la Red Avispa de espionaje cubano— tenían como objetivo único captar información sobre las organizaciones anticastristas del exilio en lógica previsión de actividades terroristas. ¿Cómo entonces esgrime ahora la absoluta necesidad de saber cada paso que dan los EE. UU. en el terreno militar?

En su nota oficial del 18 de octubre, el Gobierno resta importancia a la retirada de la base rusa de Cam Ranh, en Viet Nam, porque el país indochino ya no corre peligro de ser agredido por EE. UU. Y los desengañados se preguntan: ¿De qué parte de su soberanía hizo dejación Viet Nam a cambio de tanta tranquilidad? ¿Cómo es que tras una guerra tan cruenta los vietnamitas han podido llegar a ese idílico estado de convivencia pacífica manteniendo su sistema político? Habría que preguntarles.

En la nota oficial, publicada en Granma, el Gobierno cubano dice que muchas naciones se sienten amenazadas después del discurso del 20 de septiembre del presidente Bush. Pero Viet Nam no está entre ellas. ¿Por qué Cuba sí?

Lo mejor es que los rusos reconocen que el principal motivo de su abrupta retirada —más allá del ahorro que representa— es el cambio fundamental de la situación político-militar en el mundo. Rusia ha decidido, más que vivir en paz con EE. UU., ser su amigo. El Gobierno ha dado muestras de haber quedado bastante aislado en su antiimperialismo furibundo.

Muchos adictos al régimen albergaban la esperanza de que Rusia quisiera reverdecer laureles en el Caribe. Pretenden que todo siga igual que en aquel otro octubre cuando el mundo estuvo al borde de la guerra nuclear y en el que los rusos retiraron sus cohetes también sin previo aviso. Prefieren que Cuba vuelva a ser un alfil del Kremlin en el tablero geopolítico mundial. Esta es una visión muy poco romántica de una revolución.

Los que pensaban que las relaciones del régimen iban bien con esa parte del mundo se preguntan: ¿por qué los cubanos tenemos que esperar a que los problemas entren en crisis para enterarnos de que no todo es color de rosa?

Por último, en un conflicto internacional esa base sería el primer blanco de un ataque. ¿Es que no importa la seguridad de la ciudadanía?

Son muchas las interrogantes y la única respuesta parece ser nuestra infalibilidad. Y esa infalibilidad nos ha conducido a la cercanía ideológica de regímenes impresentables.

El Gobierno debe desmantelar la base de Lourdes y abandonar toda relación comprometedora con regímenes radicales y abandonar su política de hostilidad hacia los EE. UU. Al mundo le hace falta un clima de absoluta confianza para dedicarse a resolver problemas acumulados durante siglos. Cuba debe ser parte de la solución, no del problema.


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