AFP/ Michelle, el más terrible huracán sufrido en medio siglo, comienza a dejar un saldo paradójico: el Gobierno de Washington y el régimen de La Habana, enemigos durante cuatro décadas, están dispuestos a abrir el comercio bilateral, al menos "por una sola vez".

La insólita perspectiva ha sido confirmada en las capitales de ambos países y ahora sólo resta por ver la entrada de los primeros barcos con medicinas y alimentos a la bahía de La Habana, antes de diciembre próximo.

Castro confirmó la víspera que había dado luz verde a las compras "de forma excepcional, por una sola vez" e hizo votos porque la transacción comercial —se habla de hasta 30 millones de dólares— vaya reduciendo "los obstáculos que existen (...) y un día el bloqueo (embargo estadounidense) desaparezca".

La operación comercial, todavía en negociación, partió de una propuesta de ayuda humanitaria hecha por Washington luego del paso del huracán Michelle por la Isla, el 4 de noviembre pasado, a lo que La Habana respondió con la contrapropuesta de comprar medicinas y alimentos en Estados Unidos, pagando al contado.

"Es una jugada maestra (de Castro) para favorecer a los sectores que en Estados Unidos abogan por un comercio libre con Cuba (...) ahora la pelota está del lado de allá", comentaron entonces analistas independientes en La Habana.

Sin embargo, Estados Unidos devolvió la pelota rápidamente, ajustándose a las leyes adoptadas en 1993 —para la venta de medicamentos a Cuba— y en 2000 —para los alimentos— pero sin admitir la idea cubana de que barcos de la Isla fueran en busca de la mercancía.

Esas disposiciones habían sido promovidas por empresarios estadounidenses interesados en el mercado cubano, pero Castro se había negado a realizar una sola compra, alegando que el embargo se mantenía vigente.

El exilio, del que una buena parte se opone al comercio entre los dos países, considera que Castro "utiliza el embargo para justificar sus fracasos económicos".

No obstante, ahora el gobernante cubano ha dado un brusco giro de timón. Aceptó pagar al contado y que las mercancías se muevan en barcos estadounidenses o de terceros países.

Las autoridades aspiran a que esos productos repongan "las reservas estatales" puestas en marcha para atenuar los efectos del huracán Michelle, que atravesó la Isla de sur a norte con vientos superiores a los 200 kms/h impactando en el 53% de la población.

Se estima que el huracán afectó a más de 100.000 viviendas, de las cuales unas10.000 fueron totalmente destruidas. Todavía hay localidades en la provincia de Matanzas, la región más afectada por Michelle, que permanecen sin servicio eléctrico. El huracán arrasó igualmente plantaciones de diversos tipos en una franja de 500 kms. El total de personas evacuadas rondó las 700.000.

El ciclón vino a hacer más complicada la situación económica, muy resentida adicionalmente por los efectos de los ataques del 11 de septiembre contra Washington y Nueva York.

Es sustancial la baja en el turismo internacional, principal fuente de ingresos del país —2.000 millones de dólares el año pasado— y en el envío de remesas de los emigrantes a sus familiares, que oscilan entre 600 millones de dólares, según el Gobierno de Castro, y 1.000 millones de dólares anuales, según el exilio.

En este contexto, la insólita operación comercial entre Cuba y Estados Unidos, de concretarse, abriría para el Gobierno de La Habana un camino que hasta la llegada del huracán Michelle parecía cerrado a cal y canto.

No obstante, previo a este acuerdo, al rechazar la ayuda humanitaria ofrecida por los Estados Unidos, se hizo evidente que la prioridad del régimen de La Habana sigue siendo política y no humanitaria. Para más información sobre este asunto, vea el artículo Tras la tempestad, indolencia de Adolfo Fernández Saínz, publicado en este periódico el día 16 de noviembre.

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1. Tras la tempestad, indolencia
[http://arch.cubaencuentro.com/opinion/2001/11/16/4872.html]

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