Lunes, 24 junio 2002 Año III. Edición 394 IMAGENES PORTADA
Semblanzas
El tumbao de Cachao

La integración y el dominio de la vertiente sinfónica, el danzón y el jazz, convirtieron al compositor en uno de los músicos más interesantes e innovadores del siglo XX.
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid Parte 2 / 2

Años más tarde, estos experimentos serían reconocidos como el origen de los dos géneros que cubrieron la década de 1950: el mambo, de Pérez Prado, en el mundo, y el cha cha chá, de Enrique Jorrín, también internacionalizado y con mucha más presencia en la Isla, donde Pérez Prado nunca impactó demasiado en los bailadores, entre otras cosas, por la vertiginosidad de su tempo, que contrastaba con las pausas propias del son y del danzón que eran, precisamente, las que permitían el juego de los danzarines.

Si en este primer acontecimiento Cachao fue un grande más dentro de un brillante colectivo, a finales de los años 50 fue el protagonista de algunas de las primeras grabaciones de jazz en la Isla y, lo que es más importante, de jazz cubano: las famosas descargas de Radio Progreso, en las que reunió a una verdadera pléyade de grandes instrumentistas que devinieron mitos consistentes: Guillermo Barreto (pailas), Niño Rivera (tres), Richard Egües (flauta), Alejandro El Negro Vivar (trompeta), Generoso El Tojo Jiménez (trombón), Orestes Macho López (piano, que tocaba muy bien a pesar de ser un cellista), Tata Güines (tumbadoras) y Jesús Abreu Papín (tumbadora), por sólo mencionar a algunos. De esta rutilante nómina cabe destacar que algunos de sus músicos, como El Tojo Jiménez (Generoso, qué bueno toca usted...) y Richard Egües eran grandes figuras de las dos agrupaciones más importantes de la música popular cubana durante esa década: la Banda Gigante de Benny Moré y la Orquesta Aragón, respectivamente.

En estas grabaciones dirigidas por Cachao López están también algunas de sus principales composiciones, como Estudio en trompeta, Controversia de metales, El bombín de Perucho (clara alusión al famoso danzón El bombín de Barreto), Mucho humo, Es diferente y la famosa Descarga cubana, que patentaría el nombre con que se conoce en la Isla a las jam sessions: descargas.

Además de dirigir sus propias descargas, Cachao participó, a finales de los 50 y principios de los 60, en grabaciones con otras agrupaciones, como las bandas de Tito Rodríguez, Walfredo de los Reyes y Chico O'Farrill, en las que se reunieron músicos de la talla de Luis Escalante (trompeta), Jesús Caunedo (saxo alto), Richard Egües (flauta) o Pedro Justiz Peruchín (piano), de modo tal que su presencia en los orígenes grabados del jazz cubano es una de las más conspicuas.

Independientemente de su labor jazzística, Cachao continuó formando parte de orquestas bailables, como la de José Fajardo y sus Estrellas. Compuso también algunos danzones memorables, como Se va el matancero y Jóvenes del ritmo.

En 1962 decide salir de Cuba y vive, durante un breve tiempo, en España, donde se integra a la orquesta Sabor Cubano, de Ernesto Duarte, y comparte escenario con Orfeo Negro, de Brasil.

En el 63 se instala definitivamente en los Estados Unidos, donde pasó a formar parte de la banda de Tito Rodríguez, primero, y otras de importancia similar.

Ha continuado grabando discos importantes, como su reciente Cachao Master Sessions, producido por Andy García, donde se puede escuchar al viejo maestro acompañado de generaciones más jóvenes.

No hay que terminar esta nota sin mencionar su participación en el filme de Fernando Trueba Calle 54, donde comparte con Bebo Valdés, ese otro gigante, una de las versiones más hermosas de toda la historia del jazz cubano. Me refiero a Lágrimas negras, ese clásico de Miguel Matamoros que dio inicio al bolero-son en 1928 y que estos dos príncipes recrean de forma admirable en un diálogo paroxístico de tempos interrumpidos en el que Cachao López, alias Israel, teje un verdadero manto sonoro con su arco y sus piscicatos.

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