Lunes, 18 febrero 2002 Año III. Edición 304 IMAGENES PORTADA
Semblanzas
Barbarito Diez

Un retrato de la Voz del Danzón.
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA Parte 2 / 2

Por esa época comienzan a llamar a Barbarito "El Negro Lindo", ya que tenía muy buena presencia y era muy elegante en el vestir. Si embargo, tenía también dos características que lo hacían un cantante distinto a la mayoría de las voces habituales en nuestra música bailable. Su voz era sumamente dulce y no utilizaba las nasalidades tan comunes en sones y boleros. Además, era completamente hierático: no se movía, no sandungueaba, carecía por completo del típico carisma pachanguero. Sólo cantaba. Pero, ¡cómo lo hacía!

Quizás sin proponérselo, logro construirse una personalidad basada, precisamente, en su atipicidad. Y tuvo mucho que ver en ello su encuentro con Romeu, precisamente en el café Vista Alegre. Los presentó el propio Graciano y pronto Barbarito comenzó a hacer suplencias en la orquesta de Romeu. En 1937, Diego Rodríguez, cantante de plantilla de la charanga, pasa a la orquesta de Armando Valdespí y "El Negro Lindo" lo sustituye, aunque sin dejar el trío, con el que cantó hasta su disolución, el 31 de diciembre de 1958. Precisamente con el cuarteto de Graciano realizó sus primeras grabaciones, a finales de los años 30.

Poco a poco Barbarito Diez fue dejando de ser "El Negro Lindo" para convertirse nada menos que en la voz del danzón. No ha habido en la música cubana un cantante tan identificado con un género, acaso con la excepción, mucho menos conocida, de Carlos Embale y la rumba. Tanto que a la muerte de Romeu, en 1955, se queda como director de la orquesta, que pronto se llamaría La orquesta de Barbarito Diez.

La popularidad de este gran cantante pronto comienza a extenderse por medio de sus discos. Se convierte en un ídolo en Colombia, México y sobre todo en Venezuela, país que visita en más de una ocasión. También se ha presentado en Puerto Rico y en los Estados Unidos, siempre cosechando éxitos rotundos.

En 1961 interpreta El canto del esclavo en la célebre grabación de Cecilia Valdés dirigida por el propio Gonzalo Roig y reeditada recientemente. Ya en esa década "El Caballero de la Música", que así también se lo conocía, es uno de los cantantes cubanos más famosos y de alguna forma recóndita comienza a crear escuela, de tal modo que músicos tan disímiles como Oscar D'León o Silvio Rodríguez lo mencionan entre sus influencias primigenias.

A lo largo de su vida grabó más de 20 LP y en su amplísimo repertorio se encuentran algunas de las mejores interpretaciones de Manuel Corona, Sindo Garay y muchos otros grandes de nuestra música.

Tuve oportunidad de conocerlo en mi temprana adolescencia. Fue en Cienfuegos, en casa de mi tía abuela. Diego Rodríguez vivía allí y era masón. Barbarito, que también lo era, aprovechó una presentación en la ciudad para visitar a su hermano de confraternidad. Diego me lo presentó con orgullo. Recuerdo que me impresionaron mucho su rotunda elegancia y el halo de pausada solemnidad que lo rodeaba.

Murió en La Habana, la ciudad donde más tiempo vivió, el 6 de mayo de 1995. Casi hasta el último momento hizo lo mejor que sabía hacer: cantar.

Nota: La mayor parte de los datos se han extraído de un conjunto de entrevistas realizadas por Orlando Castellanos.

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