| Ñico Saquito |
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| por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA |
Parte 1 / 2 |
Aunque se llamaba Antonio Fernández, todos lo conocen por un apodo cuyo origen, como muchas cosas en Cuba, tiene por lo menos dos versiones: la oficial y la jocosa. Dado que nuestra tendencia a la oficialidad es casi tan grande como nuestra vocación hacia el choteo, resulta muy difícil precisar cuál es la verdadera. Según la primera, dignificadora, Antonio (Ñico) era muy buen pelotero, sobre todo al campo, donde se destacaba por su gran capacidad para recoger batazos de difícil acceso, razón por lo que afirmaban que era un verdadero saco recogiendo pelotas. Como era pequeño y enjuto, lo de saco le venía grande, así que se quedó en "Saquito". La segunda versión sostiene que debido a su pobreza, andaba siempre con un único saco, raído pero limpio, al cual debe el sobrenombre que lo haría eterno, o casi.
Como muchos trovadores, Ñico Saquito nació en Santiago de Cuba, aunque él lo hizo específicamente un día como hoy, pero hace exactamente 100 años, el 17 de enero de 1902, así que puede afirmarse que nació con la República, cuyo centenario también celebramos este año.
Como muchos trovadores populares, tuvo que simultanear la música con un oficio, en su caso el de obrero fundidor. Sus primeras lecciones de guitarra las recibió, cuando tenía 15 años, de Félix Premión. Poco tiempo después se dedicaría casi por completo a lo que era su definitiva vocación: la trova.
Ser un trovador en la Cuba de principios del siglo XX era algo muy parecido a lo que significó esa profesión en la edad media. Se viajaba de pueblo en pueblo, buscando fiestas que amenizar, tal vez algún cumpleaños o una boda ocasional. Tampoco el pretexto era importante. Aunque la radio existía, su presencia en los pueblos de campo era prácticamente nula; y no hablemos de gramófonos o tocadiscos, sólo al alcance de unos pocos. Así que la llegada de un grupo de cantantes podía significar por sí misma una fiesta. Acaso se mataba un puerco y seguro que se reunían algunos pesos para ron y cerveza... y ya se armó el guateque. Siempre quedaba algo para los músicos, que además, eran los invitados de honor. Pero un cantante solo daba poco de sí, pues de bailar se trataba, así que en la década de los 30 Ñico Saquito fundó un cuarteto. Parece que no le fue bien en el intento, porque pronto lo disolvió para incorporarse al Cuarteto Castillo, con el que permaneció 10 años.
En 1940, aprovechando el renombre de su más famosa guaracha, funda el Conjunto Compay Gallo, también de efímera vida. Un poco después, lo encontramos en la taberna El Baturro, amenizando sus noches en dúo con Gerardo Macías, "El Chino".
En la década del 40 lo hallamos en el cabaret Monmatre, de La Habana, formando parte del Grupo Típico Oriental, de Guillermo Mozo. Luego, tras una breve estancia en Santiago de Cuba, regresa a la capital, al frente de Los Guaracheros de Oriente, que actuaron en esas dos grandes potenciadoras de nuestra música popular que fueron las emisoras RHC Cadena Azul y Radio Cadena Suaritos. Dato interesante: como Ñico no era buen cantante, decidió no incluir un cantante fijo en su agrupación para así poder escoger el que más conviniera a sus propósitos. Entre esos circunstanciales elegidos se encontraba quien fuera años más tarde uno de los boleristas más importantes de todos los tiempos, Orlando Vallejo, quien dejó grabadas varias guarachas (Qué bobo es Juan, El berrinche de María y Mamá Belén) con la agrupación de Saquito. Otro cantante que pasó por el grupo fue el célebre Alfredito Valdés. En 1950 Los Guaracheros de Oriente viajan a Tampa, donde triunfan. De ahí pasan a New York y más tarde a Venezuela. Ñico permanece allí hasta 1960, año en el que regresa a La Habana, mientras sus compañeros se quedan en el país vecino.
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