Nostalgia en candela |
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Presentación de '¡Caliente!' y concierto de Paquito D'Rivera: había que estar allí para contarlo. |
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por ALEJANDRO RíOS, Miami |
Parte 2 / 2 |
Delannoy terminó la comparecencia del panel leyendo un texto, escrito para la ocasión, donde rinde justo homenaje a maestros ya desaparecidos como Chico O'Farril y a otros fundadores del jazz latino, vivitos y todavía coleando, sentados en Café Nostalgia y aplaudidos por el público presente: Manolo Saavedra, influyente guitarrista nacido en La Habana en 1912, y Diego Iborra, de 82 años, primer conguero con el cual tocara Dizzy Gillespie, quien todavía dirige una orquesta en Miami, según dijera Delannoy.
En la segunda parte de la noche el público pudo tocar el cielo, cuando Paquito D'Rivera recorrió el amplio espectro del jazz latino con sus huellas étnicas y tendencias múltiples y fecundas.
En algún momento dijo algo que marcaría el resto de la velada: "Este tipo de presentación ocurre con un alto grado de improvisión y luego no se repite otra vez, el jazz tiene ese encanto. Quien no esté aquí hoy, simplemente se jode".
Y emprendió su vuelo panamericano que apenas tuvo pausa ni piedad con el ensimismado público, que no terminaba de aplaudir a rabiar sus interpretaciones cuando volvía a la carga, indistintamente, con su saxo o clarinete "erízapelos", antecedidos de apuntes casi siempre jocosos e ilustrativos: "Brasil es un país que respeta a sus artistas. Tal vez es el único lugar del mundo donde un aeropuerto lleva el nombre de un gran músico, Carlos Jobim", o "voy a tocar algo que Chucho Valdés ya no puede interpretar".
Dos momentos cambiaron el curso del concierto sin entretiempo. Uno se produjo cuando la autora y cantante Marisela Verena fue invitada a subir al escenario por el propio D'Rivera, quien parece profesarle una amistad entrañable, para interpretar dos clásicos del bolero cantados con el alma, impecables, sin ensayo de por medio. D'Rivera fue lapidario en una de sus presentaciones al respecto: "Aunque César Portillo de la Luz es ñángara, compone bien, aquí les va Contigo en la distancia".
El otro fue cuando un joven violinista de punta en blanco, instrumento incluido —se unió al grupo en un verdadero éxtasis de virtuosismo, congueando a golpe de uña sobre las cuerdas del violín—, descargó con el conjunto como si se conocieran de toda la vida. Luego se supo que Pedro Fundora hace 12 años vive de su música fuera de Cuba, en Monterrey, México.
El dúo intergeneracional entre D'Rivera y el violinista fue, como expresó un asistente, la metáfora perfecta de la libertad. Ambos tocaron como si se divirtieran, contagiando de felicidad a los asistentes, sabiendo que nada se interpone entre ellos y cualquier frontera a donde los lleve su vocación de creatividad.
Cerca del cierre, D'Rivera regaló unas variaciones de Lecuona que hicieron recordar su advertencia: había que estar allí para contarlo.
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