| El limbo mexicano |
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| 37 cubanos aguardan detenidos, en la estación de Iztapalapa, el resultado de las negociaciones entre el Instituto Nacional de Migración azteca y La Habana. ¿Salir de una cárcel para entrar en otra? |
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| por GILBERTO CALDERóN ROMO, México D. F. |
Parte 2 / 2 |
Sólo los cubanos indocumentados en México corren la suerte de la incertidumbre. Y es que la antigua amistad de los gobiernos priístas con el de Fidel Castro no fue suficiente para que entre ambos se establecieran los principios de un convenio migratorio y, ya se ha visto, el éxodo por mar de ciudadanos de la Isla es un riesgo para los que se aventuran y una amenaza para las relaciones bilaterales.
El acuerdo que el Gobierno de Fidel Castro tiene con Estados Unidos, obliga a éste a devolver a la Isla a los balseros que son atrapados en el mar con intenciones de emigrar al territorio norteamericano, y las autoridades cubanas ofrecen no hostigar a los aceptados. En el caso azteca, se carece de estos dos postulados: ni México se compromete a repatriar a los inmigrantes, ni Cuba asume responsabilidad con los que han salido. Así, la falta de arreglos establece un pantano de discrecionalidad en el que puede pasar cualquier cosa, y deja la atención de los casos que se presenten a una negociación particular.
Mientras las autoridades isleñas no autoricen la devolución de sus nacionales, los cubanos retenidos en México permanecerán en la estación migratoria de Iztapalapa, que así se convierte en un limbo, una cárcel donde algunos de los huéspedes son víctimas de la falta de disposiciones jurídicas.
En un reclusorio común el interno sabe cuánto tiempo va a pasar y por qué. En Iztapalapa, ello es una incógnita.
Se estima que esta semana se podría dar a conocer el resultado de las pláticas bilaterales que se realizan. Pudiera ocurrir que se establezcan los términos para la devolución de balseros indocumentados que intencional o accidentalmente lleguen a costas mexicanas, pero seguiría en la incertidumbre el caso de aquellos que no hayan regresado luego del término fatal de once meses.
En la posibilidad de un arreglo, Cuba podría exigir que México le devuelva a todos los que sean sorprendidos en el mar, pero el país azteca carece de unidades navales capaces de realizar ese servicio de vigilancia y entrega a domicilio, y sus leyes tampoco permiten que se rechace indiscriminadamente a los que pretenden llegar sin haber averiguado antes su calidad migratoria. Pero por otra parte, tampoco conviene a los mexicanos que los aspirantes a emigrar perciban la sensación de que van a ser bien recibidos sin más, apenas lleguen a sus costas.
Si el Instituto Nacional de Migración logra con el MININT de Cuba algún acuerdo para la devolución de los balseros, se habrá resuelto la parte más importante del problema. Se podría evitar que en las costas mexicanas se escenifique el peligroso contrabando de personas y quedaría pendiente el caso de los que no pueden ser regresados por haberse vencido sus permisos. Para ellos, cuando sean detenidos, la estación migratoria de Iztapalapa seguirá siendo un limbo carcelario.
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