Lunes, 15 julio 2002 Año III. Edición 409 IMAGENES PORTADA
Internacional
Independence Day en La Habana

Homenaje al nacimiento del 'Imperialismo' en el teatro Karl Marx... ¿Por qué precisamente ahora?
por LUIS MANUEL GARCíA, Sevilla Parte 2 / 2

Al tiempo que en La Habana se celebraba la independencia norteamericana, y una mesa redonda anotaba sus virtudes teóricas y sus males endémicos, el Consejo Nacional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba dirigía una carta abierta a los intelectuales estadounidenses. En ella se declaraba que en Cuba no existen "sentimientos hostiles hacia el pueblo norteamericano, ni hacia su cultura que, sin ningún tipo de restricción, difunden ampliamente nuestras instituciones", a pesar de lo cual el presidente norteamericano intenta enrolar a Cuba en el llamado "eje del mal". Y apela a ellos para "conjurar cualquier aventura contra Cuba, pero sobre todo para terminar con el bloqueo". Embargo denunciado también por el candidato verde a la presidencia de los Estados Unidos, Ralph Nader, durante sus vacaciones políticas en la Isla.

¿A qué se debe esta repentina popularidad de la independencia norteamericana, cartas abiertas, visitas, apelaciones a la conciencia del pueblo norteamericano, evocando nuestros viejos lazos históricos y culturales? ¿Se puede apelar en serio a los buenos sentimientos de un pueblo al que se ha ofendido sistemáticamente durante más de cuarenta años, tildándolo de infantil, manipulado por la propaganda y tan descerebrado que disponiendo de todas las fuentes de información no acaba de ver la "luminosa verdad" del régimen imperante en la Isla? ¿O es otro el destinatario de estas apelaciones? ¿Y por qué precisamente ahora?

Un factor, y posiblemente el menos importante, es la inclusión de la Isla en el llamado "eje del mal", con lo que ello presupone tras la invasión a Afganistán y la voluntad explícita de derrocar a Sadam Hussein. Una cosa es la guapería verbal en la que el Comandante es ducho, y otra muy distinta es ver como en la acera de enfrente engrasan los misiles. Claro que una acción armada de Estados Unidos contra la Isla es más bien remota, contaría con una repulsa universal casi unánime y, de algún modo, legitimaría al Gobierno de la Isla.

El segundo factor es el económico. El período 2001-2002 ha sido el peor para Cuba desde 1990-1992. Ha disminuido la afluencia de turistas, se cierra la mitad de los centrales azucareros, han mermado las remesas de los exiliados; el déficit en la balanza comercial, la deuda externa y las irregularidades en el suministro de combustible, han colocado a la Isla al borde del colapso. Por si fuera poco, la rotunda negativa a cualquier apertura o el respeto a los derechos individuales, cierra las puertas a la presunta cooperación de la Unión Europea; al tiempo que se siguen dilapidando ingentes recursos en la "batalla de ideas".

En esas circunstancias, y ante la perspectiva de que el amigo Chávez no dure demasiado en el poder, con lo que se cerraría el grifo del petróleo, la posibilidad de disponer de un acceso, aunque sea limitado, al mercado norteamericano, y sobre todo a la afluencia de turistas a la Isla, sería vital. De modo que todas estas muestras de repentino afecto no están dirigidas al "hermano pueblo norteamericano", sino a los sectores de la política y la clase empresarial que abogan, cada vez con más fuerza, por la derogación del embargo. Y ya cuentan con un antecedente: la autorización de ventas de alimentos y medicinas a la Isla, tras el paso del último ciclón, que FC insistió en convertir en una operación comercial, y no humanitaria, previendo su utilidad perspectiva.

Entonces, ¿ha llegado el momento de que las autoridades cubanas deseen verdaderamente la derogación del embargo, a pesar de su probada utilidad como chivo expiatorio? Sí y no. Aplaudirían la autorización de los viajes turísticos a la Isla, y ciertas aperturas de mercado. Pero en caso de que el Congreso aprobara la derogación total, el señor Fidel Castro exigiría reparaciones cuantiosas, devolución inmediata de la Base Naval de Guantánamo, y si se tercia, que el propio Bush firme la irrevocabilidad del socialismo cubano y el carácter divino de su presidente; todo con el propósito de torpedear una normalización que dejaría su ineficacia crónica a la intemperie.

Aunque a primera vista la política en Cuba parezca cosa de manicomio, "hay un método en su locura". Nada es casual. Ni el slogan "Cuba sí, yanquis no", ni que el teatro consagrado a Karl Marx celebre el nacimiento del Imperialismo justo el día en que numerosos cubanos armaban sus balsas ante el rumor de que una flota norteamericana los acogería en aguas internacionales para celebrar el 4 de julio.

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