Ilusiones y desengaños |
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Tras años de socialismo: la utopía del poder, el desencanto de la derrota... |
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por JORGE OLIVERA CASTILLO |
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Las ilusiones son válidas, tiernas y hasta reconfortantes. El asunto es saber administrarlas.
Estructurar mentalmente un bistec de res o asirse al timón de un Porsche manufacturado en los talleres del cerebelo tiene su explicación terapéutica para más del 90% de los residentes en la Isla. Pero las precauciones hay que tenerlas en cuenta. Una serie de dentelladas al vacío con el afán de trocear la fibra bovina, aparte de requerir asistencia odontológica, tendría sus costos síquicos, por cierto altos, astronómicos.
Pensar en carnes y deglutir plátano burro, en el mejor de los casos, es doloroso.
Y peor. Si el hechizo culinario, casi siempre carnívoro, lo rompe un pan de 80 gramos acompañado de agua con azúcar, entonces a prepararse para escuchar un vociferante discurso antigubernamental u observar el desempeño de un humano en poses de tigre amazónico. El agraviado no habla, gruñe. No gesticula pausada y orgánicamente, lanza zarpazos.
Al margen de los contratiempos, el mundo de las abstracciones es irresistible, atrayente.
La imaginación se desmarca del inventario de lo prohibido, está a resguardo de confiscaciones, a salvo de intrusos. Tiene magia, misterio y algo importante, la esperanza es la vecina de enfrente. Sólo que en ocasiones desaparece sin dejar rastros.
Ser presidente revela otro anhelo de matices platónicos. A propósito, en Cuba el hecho de traducir tal pensamiento al contexto oral derivaría en consecuencias penales y es lógico. A falta de elecciones, la única vía de acceso es el golpe de Estado.
Por tanto, máxima discreción, que penar por golpista a costa de una espontánea alucinación parte el alma.
Sin embargo, Daniel ha pugnado por la presidencia sin que mucho le cueste, a no ser el precio del fracaso. Sus sueños se quedaron a medio camino de la realidad.
El letargo concluyó con una estridente tonada en pleno amanecer, ¿su intérprete? Enrique Bolaños del Partido Liberal Constitucionalista.
Soñar es un acto gratuito, aunque para Ortega, del Frente Sandinista de Liberación Nacional, deviene en producto sumamente caro.
Una tríada de ilusiones perdidas al pie de las urnas describe el entorno de una tragedia personal.
Primero fue Violeta Chamorro en 1990, después Arnoldo Alemán en 1996 y ahora el viejo Bolaños.
La insistencia, lindante en el capricho, inclina a pensar en alguna predisposición al enajenamiento.
Por ahí dicen que las utopías diluyen la mediocridad en premonitorias digresiones, legitiman las mentiras, las vuelven dulces al paladar.
Alrededor de esto los nicaragüenses sacan sus conclusiones y es que del sandinismo, esa versión local de la doctrina marxista, reniegan sin medias tintas.
Suspicaces, las autoridades cubanas, miran al desventurado socio con compasión y también con alarma. Conocen que la misma escena ha de filmarse tarde o temprano en La Habana.
La toma del poder, una vez que se pierde tras una prolongada estadía de socialismo, es tan imposible como tomar una fábula entre las manos.
Una tarea desconsoladora. Un ademán lírico, de ciencia ficción. Pregúntenle a Daniel Or Or Ortega.
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