| Carta a los vasos de perga |
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| por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona |
Parte 2 / 3 |
De ese destello metafísico a sentir el bombo; de la chisporroteante imagen a que saliera el "Alacrán" a recorrerme todo el cuerpo, fue nada. Y se mezclaron el lagarto, mi propensión maoísta con la corneta china y le brotaron las lágrimas doradas al perico. Sí señor, "el perico estaba llorando". Y no me refiero al papagayo incansable, verde y parlanchín, instalado en nuestra indecencia nacional, que a ese los carnavales le resbalan por el camuflaje y tiene un concepto muy poco divertido de las comparsas. Y no llora, "mami, guarda tus lágrimas". Hablo, literalmente, que es como decir en realidad de verdad, del Perico que Tata Güines regó junto al mar de La Habana. Con una perga en la mano, como una antorcha flamígera, una imagen del cubano contento que debería tener sala propia en el Museo de Pergamon, en Berlín.
Entonces principié por el comencipio, que es un participio bueno para descubrir cosas. Busqué los vasos, digo, los nombres, ¿y qué hallé, madre mía, por todos los santos? Nada. O casi nada, que en sirio se dice ñinga, y en arameo de los menos antiguos se dice nananina. En el Real Mamotreto de la Lengua sólo hay una acepción que se acerca y arrima a tu sabor carnavalero. Dice: "pergal: Recorte de las pieles, de que se hacen las túrdigas para abarcas". Ya eso me suena más alimenticio. Pero, dios, ¿en qué tipo de material inflamable y abarcador bebíamos la cerveza? ¿Los túrdigos esos lo usaban igual? Lo otro que se acerca es "pérgola", que me suena más al efecto que hacen varias pergas consumidas que al vaso mismo. Andar de "pérgola", no es lo mismo que andar a la "rigola", y mucho menos a la "rebombiá", que es más feo y se usa para otras cosas, me da como un pálpito que es coger vuele, pedo sublime de cebada, como ya dice el famoso tango Sus ojos se cerraron, describiendo a una borracha: "como perros de presa/ las pergas traicioneras...". No me di por vendido, que de los cobardes no se ha escrito nada. Bueno, algo. Muy poco.
De modo que me lancé al proceloso mar de la hurgadera, hurgarrón yo, como aquel prócer argentino y nada sicoanalista, Hurgo en el Barril, y encontré de dónde pudiera venir lo de ustedes, algo que tal vez inflamó al feliz inventor que se bajó de la cera, dejó secas a las abejas y se tiró por la calle del medio: Perga es la capital de Pamphylia, en la costa de Asia menor, sitio de Pánfilos. Y eso queda lejos de Santiago y la calle Trocha. Y miren qué curioso: a sus habitantes se les dice pergamanos. Claro que cuando se ponen viejos y amarillentos, se les conoce entonces como pergaminos, y los usan para escribir sobre ellos. Por el puerto de Perga pasó Pablo, que luego fue santo, o ya lo era entonces y no le habían dado el certificado, en su misión de misionero. Era de aquellos doce que se fueron sin pagar la última cena. Tal vez de ese tiempo viene la idea de hacer vasos para cerveza con ese nombre, pues en el banquete sólo se usaron copas de metal para el vino. Y en el mismo lugar de Grecia Ionia, que ahora es de Turquía, allá por los alrededores del 262 AC nació Apolonio de Perga, llamado "El Gran Geómetra". No me extraña. Nacido en una perga, en el AC que me suene Antes de la Cerveza, la cabeza te debe estar dando vueltas geométricas, y viendo cómo los tarecos cambian de forma. Desesperado y sediento.
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