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Carta a la Cucarachita Martina

por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona Parte 1 / 3

Suertuda, indecisa y bastante coqueta Cucarachita Martina:

En este mundo artrópodo, artrítico y artero sólo existen dos tipos de cucarachas: la mexicana, que no puede caminar —no sé si por la patica principal o por un material ahí para la fuma— y las deprimidas, depresivas, depreciadas deplorables como tú, que andan entre la majomía y la satería. En ese grupo amplio incluyo las indestructibles alemanas, pequeñajas e incapturables, que resisten hasta los improperios y los líquidos inventados por el enemigo capitalista, y no se ruborizan por dos cosas: ya son coloradas y todo les resbala. Hasta la chancleta de palo.

Sé que corro un gran riesgo y drenaje escribiéndote. Los insectívoros se me echarán encima con sus argumentos de argamasa. Las argamasas movilizadas me abrumarán, y yo, abrumario, treparé por las paredes, emparedado de queso. Pensarán que ya se me quemó la cafetera, que me hago kafka del miedo, dirigiendo mis atenciones a un marsupial repugnante como tú. Pero qué le vamos a hacer, si hay cosas en tu historia que me acalambran las seis patas. Se me anquilosan las pata pata cum cum patá cum bea, que ni la Makeeba me salva. Y como siempre he sido osario y temerario, a veces —cuando me dejaban— caballero templario, y hasta de la orden de Malta de pequeño, seguiré mi sino, hasta la sinositis. Y como mi Malta era la Maltina, no paro hasta Cacarajícara. Y apareció tu nombre.

Porque, vamos a ver, vamos a ver, dijo Ray Charles: pocos saben que esa historia de centavitos, polvos, cucarachas y ratones la escribió un venezolano, químico por más señas, llamado Vicente Marcano, muy marcano por las circunstancias. Dedicó su vida a investigar las fermentaciones, y luego se puso a analizar los suelos, así que no me extraña que un buen día haya dado con tu familia. Uno se pone a analizar el agua de lluvia, la de los ríos, a sacar bromalina de las piñas y todo se le fermenta. Y en cuanto una cosa comienza a apestar en la cocina, "ahí viene Montilla/ a dar la pelea/ y viene diciendo, morena/ la bala chirrea...". Es decir, no le cae precisamente comején al piano, pero sí el burujón puñao de cucarachas voraces. Es como para fermentarle la madre a cualquiera. Tal vez por eso María Félix se llamaba así en aquella película de la Revolución mexicana, un lío ahí entre villistas y carrancistas, con Ignacio López Tarso, Pedro Armendáriz y Dolores del Río, donde ella era como una capitana del Caribe y mandaba a una tropa de marimachas. Pero me fui por la turgente. Me cucaracheo cuando salen a relucir senos y cosenos.

Principio por el comencipio. Encontré tu verdadero nombre, que no es Martha capullito de rosa, ni Martirio, ni siquiera Martina. Eres, para decirlo en el quechua que usan los entomólogos una Periplaneca americana, así que vamos a periplanequear fino, y ponernos para esa historia donde, barriendo y barriendo —con ventaja para el corredor— encontraste un kilo prieto, un centavito, "un quilito en el tablero que me voy que me voy". Ni siquiera una pecuara, una bomba o un búfalo, no señor, el Marcano este era muy rácano con el dinero encontrado.

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