Viernes, 24 enero 2003 Año IV. Edición 541 IMAGENES PORTADA
Entrevista
Sucesión, transición, inmovilismo: tres modelos para armar

En el exilio desde 1968, el escritor y periodista Carlos Franqui se extiende en consideraciones acerca del inmediato futuro nacional.
por MARY SIMóN, Ginebra Parte 4 / 5

En cuanto al Proyecto Varela...

No creo que el intento de Oswaldo Payá Sardiñas esté basado en la ilusión de que aquello va a cambiar, sino en el hecho de que, usando las contradicciones del propio sistema y de su propia Constitución, obliga a que el Gobierno anule esa Constitución. Y permite desarrollar una acción de miles de personas, cosa que hasta ahora no se había conseguido. El Proyecto Varela no hay que verlo con la idea de que es lo que va a derrocar al sistema. Hay que verlo como un crecimiento importante de la oposición.

Me parece que tenemos que aprender a respetar las ideas diferentes, tanto fuera como dentro. Y después veremos, en la práctica, cuáles son las que funcionan.

¿No teme algún tipo de estallido social en la Isla, algo que pueda provocar un cambio por la fuerza?

No, yo no tengo ningún temor... Quien tiene que temer es Fidel Castro. Me daría mucha alegría que eso pasara. En Cuba hay muchos lugares donde suenan las cazuelas, por ejemplo en Santiago de Cuba (dentro de las casas, pero las suenan).

El propio Vladimiro Roca, que vive en Cuba y es una persona muy inteligente, ha hablado de ello, incluso en el documento La patria es de todos, previendo la posibilidad de un estallido. Frente a eso, como frente a todo, hay siempre una serie de consideraciones. Hay una teoría de que la miseria no crea la protesta en el mundo. Esto es relativamente cierto. Hay tantos lugares miserables en donde no hay protesta…

Contra eso está la idea de que el hambre fue el motor impulsor de la toma de la Bastilla. Así que la historia no es como la gente se cree, una cosa fija, sino que puede ocurrir cualquier cosa. Y, evidentemente, aquello es como una especie de válvula de presión tremenda y en cualquier momento cualquier cosa puede ocurrir, porque hay una crisis muy grande, la gente está muy descontenta, sufre muchísimo. Hace una vida imposible. El mismo acto de la Plaza de la Revolución, cuando el Papa estaba hablando y Biscet y un grupo sacaron las prosas de libertad y empezó la gente a gritar "libertad", a pesar de estar Fidel Castro allí y miles de policías —todos ellos se asustaron bastante—, lo demuestra. Hasta el Papa tuvo que empezar a moderar su discurso, pensando que él no había ido allí a agitar. De lo contrario, los cientos de miles de personas presentes se hubieran alzado, cualquier cosa podía haber pasado. Ello es una demostración de que las condiciones para un estallido existen. Que se produzca o no es otra cosa.

Una de las cosas que usted ha planteado es que al momento del cambio, o sea, del derrocamiento del castrismo, la delincuencia organizada pudiera fortalecerse o hacerse con el poder...

Sí. Creo que una de las cuestiones más peligrosas de los últimos tiempos en la Isla es el hecho de que miles de hombres fueron enviados al África a la guerra, y allí aprendieron a matar. Después de sacrificarse por el sistema, llegaron a Cuba y vino el conflicto con Ochoa y todo eso… los dejaron sin trabajo y sin recursos. Ellos tenían experiencia y armas y muchas relaciones con la Seguridad, porque era normal. Y durante un cierto tiempo, de alguna manera, la Seguridad no se preocupó por la delincuencia. Aparte de que hay una gran relación hoy, en medio de la crisis y la corrupción, entre la delincuencia y la policía. En un país con los controles dictatoriales que existen en Cuba, ¿cómo es posible que se pueda repartir droga en el malecón? ¿Cómo es posible que pasen tantas cosas que están penadas por las leyes castristas a lo largo y ancho de la Isla?

A medida que la crisis se agudizó, que la corrupción se agudizó, la delincuencia aumentó bárbaramente. Hoy existe a todos los niveles y de una manera que nunca había ocurrido en Cuba. Cualquiera que conozca la historia de Cuba sabe que allí había muchos carteristas, que había —como en cualquier parte del mundo— ladrones, pero que la violencia era mínima en comparación con la de otros países. Ahora puede ocurrir que maten a una familia completa. No digo que sea un fenómeno cubano únicamente, puede ser un fenómeno mundial. Pero me refiero específicamente a lo que es evidente: por su volumen, la delincuencia organizada del país, que tiene armas, etcétera, representa un peligro latente para la ciudadanía. Mañana puede ser muy peligrosa en una situación de crisis.

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