El viernes 9 de febrero del presente año apareció en la sección La mirada, de este diario, mi artículo titulado: El castrismo: un proyanquismo vergonzante.

Entre algunas disquisiciones teóricas, y apelando a un estilo de pensar lo social de orden menor que el filosófico, consideraba óptima la combinación de los dos ingredientes básicos de la política de Fidel Castro hacia los EE UU:

1- Enfrentamiento discursivo, formal, verbal.

2- Diplomacia secreta, complicidad oculta, ofrecimientos discretos de garantías a ciertos intereses.

El mismo día apareció en El Nuevo Herald mi artículo Otro cómplice: el enemigo, que una semana después, el viernes 16 de febrero The Miami Herald reproducía en inglés con el título Who is an enemy? Beware Fidel Castro. Entonces escribí: "Lo que no saben los críticos del establishment norteamericano es que Fidel Castro ha ofrecido históricamente todas las garantías de un buen comportamiento hacia sus vecinos del norte. Se ha convertido en un aliado diligente; un poco zoquete, es cierto, pero siempre dispuesto a servir. Sus simpatizantes deberían reconsiderar el entusiasmo a la luz de los hechos".

También me he formulado la conocida pregunta, con todas sus implicaciones admirativas: ¿Pero cómo ha podido mantenerse Fidel Castro tanto tiempo en el poder contra los EE UU y a sólo noventa millas de sus fronteras?

Y este es el punto donde volvemos a remitirnos a la filosofía para ordenar el razonamiento; quizás al Organon de Aristóteles, al Novum Organon de Francis Bacon o al Tractatus, de Ludwig Wittgenstein: si el problema no ha tenido solución, entonces debe haber alguna falla en su formulación.

En efecto, la citada cuestión no es válida porque incurre en una grave petitio principii. Hay por lo menos dos proposiciones que se dan como demostradas y que, por el contrario, están ellas mismas necesitadas de demostración. Incluso más, creo que están expuestas a una refutación inmediata:

1- Más allá de la provocación verbal, no hubo nunca un enfrentamiento real al poder político-militar de los EE UU. Las ofensas han sido a veces infantiles (como las trompetillas prometidas por Raúl Castro en el discurso previo al juicio a Ochoa (14 de junio de 1989, canal 6 de la TV cubana) y otras realmente muy groseras. El periodista francés Leo Sauvage aseguró que ni aun en los momentos más tensos de su enfrentamiento con Israel, Nasser utilizó diatribas tan sucias como las usadas por Fidel contra los norteamericanos.