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Marisela Verena, cantautora cubana de bien ganada fama en el exilio norteamericano donde reside desde hace años, le regaló dos gallinas a Pepe Horta, quien fuera artífice del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana y hoy demiurgo de la vida nocturna en Miami como dueño de un singular concepto de night club con vocación cultural: Café Nostalgia.
Las aves fueron entregadas ante el reclamo que Horta hizo delante de Verena sobre su necesidad de una vida más bucólica y menos urbana. Una de ellas le puso un huevo y carareaba de manera desenfrenada en medio del apartamento horas antes de que se estrenara en los Estados Unidos el corto Caricias de Oshún, dirigido por Ricardo Vega (Te quiero y te llevo al cine, Cuba la bella) y su esposa, Zoé Valdés, la afamada novelista, autora, entre otras, de la novela Café Nostalgia. El convite para disfrutar la presentación del filme, fue una suerte de family affair con actores, pintores, cineastas, socialités, periodistas, escritores, curiosos, diletantes, músicos, bailarines , un ensayo en seducción visual de apenas 15 minutos que pertenece a una serie de la televisión francesa donde un grupo de escritores son convocados a interpretar el erotismo en la pantalla con entera libertad temática y estética. Valdés y Vega no delegaron el desafío y derivaron su argumento del mito de Oshún (Lily Rentería), quien embruja a ciertos amantes (Pablo Durán y Lily Martín) con sus mieles y mañas en un cuarto intoxicado por un guaguancó, compuesto por Omar Hernández. El resultado es una suerte de vídeo-clip con trasfondo. Sus mejores momentos remedan el arte erótico del pintor Servando Cabrera. Mientras Miami es escenario de esta presentación, en la deshecha capital cubana, exactamente en la casa de vecindad Mercaderes, 2, sitio legendario donde transcurrió un capítulo de la propia vida de Zoé Valdés, se gesta el libro Crónicas desde La Habana (Ars Millenni, Madrid, 2000) escrito a golpe y porrazo por Miguel Ángel Ponce de León, hijo de Fidelio Ponce, un clásico de las artes nacionales y vecino notable del lugar. Poncito, como le dicen sus amigos de la Habana Vieja a este artesano buscavidas salido de la picaresca criolla, no cesa en su inventiva escatológica y asienta, para la posteridad, las jornadas insostenibles del derrumbe. Ya nos advierte, desde el pórtico, que en aquel lugar, donde alguna vez se conocieron José Martí y Juan Gualberto Gómez para conspirar por una Cuba mejor, hoy malvive el marginalismo, encubierto por el gobierno que hace caso omiso a su propagación y lo alienta y utiliza cuando viene al caso.
El escaparate prodigioso La aventura de la 'demostración' |
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