Viernes, 24 enero 2003 Año IV. Edición 541 IMAGENES PORTADA
Economía
Una perspectiva de fondo

Una vez más, la solución al desplome latinoamericano pasa por el perfeccionamiento de los mecanismos democráticos.
por ROBERTO M. LOZANO, Miami Parte 2 / 2

Por su parte, las economías con un régimen de tipo de cambio flexible han experimentado menos traumas que aquellas con tipos de cambio fijos o administrados por el Estado. El reciente caso de Argentina, donde el mantenimiento de un tipo de cambio artificial desembocó en una aguda crisis financiera y una recesión, lo demuestra. En general, toda apertura manejada inteligentemente y como parte de una estrategia coherente, debe ofrecer mejores resultados que las fracasadas alternativas de intervensionismo estatal. Es interesante ver cómo las sociedades que han mantenido tipos de cambio fijos o administrados por el Estado son también las más corruptas. El Estado simplemente ha utilizado el tipo de cambio para obtener recursos internos a más bajo costo, para distribuir prebendas entre la burocracia estatal.

Muy relevante es el hecho de que los principales factores negativos (aquellos que inciden negativamente en el crecimiento) son la corrupción y los mercados negros. Usualmente las sociedades con un alto nivel de corrupción son las más centralizadas, y también aquellas donde las economías no están reguladas eficientemente por los mercados. Allí donde los sistemas de precios se encuentran distorsionados, se deja un margen amplio para el florecimiento del mercado negro. Allí donde se le cierra el paso a los verdaderos empresarios o se les empuja hacia el mercado negro, florece el empresario político con más fuerza. En un ambiente de ilegalidad y corrupción, el Estado se convierte en un instrumento para el enriquecimiento del partido en el poder, mucho más en aquellas sociedades donde la tiranía devino en totalitarismo. En muchas sociedades subdesarrolladas de Latinoamérica hay un matrimonio perverso entre las minorías oligárquicas que controlan los principales sectores económicos del país, ya sea directa o indirectamente, y el Estado. Éste, respondiendo a los intereses de esas minorías, protege los mercados monopólicos internos con prácticas proteccionistas mucho más fuertes que las que existen en los países desarrollados.

Para sorpresa de muchos se ha corroborado que el Estado juega un papel positivo y muy importante en el desarrollo cuando mantiene un papel limitado en la economía y se dedica a promover políticas inteligentes y armónicas con los mensajes que envía el mercado. El mercado no puede hacer su trabajo por sí solo. El Estado tiene que ser el garante de las reglas del juego económico y tiene que promover un ambiente de legalidad donde la empresa privada pueda florecer y competir con el mundo exterior. Asimismo, mientras más altos sean los gastos del Estado con respecto a la economía y menos racional su peso específico, más negativa es la influencia sobre el crecimiento y más extendida es la corrupción, el mercado negro y la ilegalidad.

Un resultado paradigmático es que la tecnología y la educación aparecen como factores neutrales con respecto al crecimiento. Por supuesto que todos los países desarrollados tienen una alta tecnología y una gran reserva de capital humano, pero según estudios recientes no queda claro si ello es causa o efecto. Parece que no es suficiente invertir en tecnología y en educación para lograr altos niveles de desarrollo. El caso de Cuba es bastante indicativo al respecto. Por último, aquellos factores como la geografía y la cultura aparecen como externos al proceso de desarrollo, ya que no hay nada que pueda hacerse para modificarlos.

La conclusión a la que puede llegarse es que aunque el proceso de desarrollo es arduo y complejo, alcanzar los niveles de los países de avanzada no es imposible. La solución a los problemas de la región no está en la restauración de alternativas fracasadas, sino en el perfeccionamiento de los mecanismos democráticos para que lubriquen mejor la maquinaria del capitalismo: en la democratización y humanización del capitalismo para que perdure la democracia.

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