Jueves, 24 octubre 2002 Año III. Edición 479 IMAGENES PORTADA
Economía
Silencios cómplices

Las sospechosas omisiones del VIII Congreso de Economistas de América Latina y el Caribe celebrado en La Habana.
por LEONARDO CALVO CáRDENAS, La Habana  
Manifestación
Buenos Aires. Manifestantes contra la política económica
del presidente Duhalde

Concluyó recientemente en La Habana el VIII Congreso de Economistas de América Latina y el Caribe. El evento, que reunió a más de 300 delegados de 24 países e invitados de 11 organismos internacionales, se dedicó a analizar la realidad actual de la economía en la región y sus posibles perspectivas; tanto en plenario como en comisiones, debatió temas tan complejos y trascendentes como la crisis argentina, la fragilidad de las economías de la zona —con sus consiguientes impactos sociales y ecológicos—, el comercio, la contabilidad y la docencia.

En el Congreso se volvieron a escuchar testimonios sentidos y extensas valoraciones sobre la caótica situación económica de la región en el contexto de la muy traída y llevada economía neoliberal. No faltaron las referencias al Tratado de Libre Comercio de las Américas como un proyecto hegemónico y expansionista de los Estados Unidos, el examen de las limitaciones del actual orden internacional o las críticas a la actuación de los gobiernos del hemisferio, en muchos casos permeados por la corrupción y cuestionados por académicos y especialistas por favorecer los flujos financieros foráneos en lugar de adoptar medidas que privilegien lo nacional. Además, resonaron en sesiones y pasillos los llamados a la unidad para enfrentar los desafíos actuales.

La profundidad de los análisis y la contundencia de las críticas que sobre el presente y futuro de la economía latinoamericana se hicieron patentes en el evento, contrasta de manera muy llamativa con la actitud de los participantes hacia las particularidades del caso cubano. Los delegados se limitaron a escuchar —sin manifestar inquietud o cuestionamiento alguno— las exposiciones de los académicos y autoridades del país sede, que en ningún caso reflejaron la gravedad y falta de expectativas que enfrenta una economía como la cubana, abocada a la peor crisis de su historia.

Los representantes de La Habana expusieron los ambiciosos programas sociales que se desarrollan en la Isla sin explicar de dónde saldrían los cuantiosos recursos que requieren tales esfuerzos; expresaron, además, que Cuba pretende insertarse en el ámbito económico mundial sin causar negativos impactos sociales, para lo cual se han realizado cambios estructurales, como el desarrollo del turismo.

No hay que ser un especialista para reconocer que impulsar el desarrollo turístico no significa una transformación trascendental en las estructuras de propiedad ni en los fundamentos jurídicos legales en que se sustentan nuestras relaciones económicas internas. Este proyecto no pasa de ser la muy tardía rectificación de una de las inconsecuencias voluntarias que durante muchos años movió la economía nacional en contra de toda lógica, bajo el artificial amparo de unos vínculos económicos externos definidos por afinidades ideológicas e intereses geopolíticos que el paso de la historia se encargaría de suprimir.

Según un profesor rosarino que disertó en el cónclave, a pesar del panorama desolador que enfrenta la sociedad argentina la luz de la esperanza consiste en que los movimientos sociales de los partidos políticos de izquierda pulsen por aportar e imponer sus alternativas para que el destino definitivo de la conmovida nación no esté sólo en manos de los poderes económicos y políticos tradicionales. Pudiera agregarse que cuentan con otra ventaja decisiva: espacios cívicos y de opinión pública para desarrollar su lucha.

El Congreso se abstuvo de analizar tanto las evidentes debilidades de nuestra economía como la persistente negativa de las autoridades a convertir al cubano en sujeto económico, con los derechos y posibilidades que esta condición implica; fenómenos que ya redundan en el colapso de nuestras fuentes tradicionales de riqueza e intercambio comercial.

No se sabe si la vista ciega y el silencio cómplice de los distinguidos delegados significa que asumen tácitamente —nadie se atrevió a decirlo— a Cuba como modelo posible, sin darse cuenta que, a pesar de haber estado por tantas décadas libre de la influencia de transnacionales, y aun con las ventajas obtenidas en varios lustros de relación económica con la extinta Unión Soviética, la mayor de las Antillas exhibe hoy niveles preocupantes de debilidad económica y desesperanza social.

La experiencia cubana pudiera alertar a todo un continente. Una vez perdidas la estabilidad económica y la seguridad social, la única posibilidad de recuperarlas es conservar a toda costa la voz y la capacidad cívica de luchar por ellas.


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