Martes, 09 abril 2002 Año III. Edición 340 IMAGENES PORTADA
Desde...
En Nueva York, tras las huellas de José Martí

por VICENTE ECHERRI Parte 1 / 3
N.Y.
Calle 64. Casa de la familia Miranda

El 31 de enero de 1895 fue el último día de José Martí en Nueva York. Tres días antes de su partida, había celebrado su cumpleaños con un grupo de amigos en uno de sus restaurantes preferidos, el Delmonico, situado en la esquina de la Quinta Avenida y la Calle 26, en un edificio que —como tantos otros de esa época— ya no existe. A esa cena lo acompañaron sólo cuatro íntimos: el Dr. Luis Ramón Miranda, su sobrino Luis Rodolfo, Gustavo Govín y Gonzalo de Quesada. Era, sin duda, una comida de familia, porque Gustavo Govín era cuñado del Dr. Miranda; y Gonzalo de Quesada, su yerno.

En casa del Dr. Miranda, médico rico que vivía en la calle 64 del Oeste, no lejos de Broadway, en parte de los terrenos que hoy ocupa el Lincoln Center, pasó Martí sus últimos días en Nueva York. Luego del fracaso de la expedición de Fernandina, el 12 de enero, sabía que los agentes de España lo buscaban para denunciarlo a las autoridades norteamericanas por violación de las leyes de neutralidad, y es por esto que, a su regreso a Nueva York, ya no volvería a la casa de huéspedes de Carmen Miyares Vda. de Mantilla, donde había vivido casi todo el tiempo desde que llegara a radicarse en la ciudad, en enero de 1880. Ese año, Carmen Miyares (que no había enviudado aún) tenía su casa de huéspedes en el número 51 de la Calle 29 Este, en un barrio mucho más residencial entonces de lo que sería un siglo después, y no muy lejos de Grammercy Park que, en esa época, era un enclave de la aristocracia.

En enero de 1880, cuando Martí llega a Nueva York, la colonia cubana es un hervidero. Se vive en medio del clima de lo que luego se conocería como "La Guerra Chiquita": una nueva intentona independentista preparada desde el exilio que reinicia la subversión en la provincia de Oriente apenas un año después de la Paz del Zanjón. El joven Martí (está a punto de cumplir 27 años) no tarda en vincularse a la Junta Revolucionaria y casi enseguida es invitado a hablarles a los emigrados en una velada patriótica que tiene lugar el 24 de enero en el Steck Hall, una sala que se encontraba en la Calle 14 Este, a mitad de cuadra entre la Quinta Avenida y Broadway, y en la que Martí lee lo que se tiene por el más largo de sus discursos, que le sirve de presentación —y le consagra como líder y orador político— ante la colonia cubana en Nueva York, que apenas sabe quién es él. El edificio fue demolido hace mucho. En su aproximada ubicación se encuentra una suerte de supermercado con una fachada bastante ordinaria. Es un lugar por el que en una época transitaba bastante, y siempre que pasaba por sus cercanías no podía dejar de acordarme del memorable aforismo que le sirve de exordio a ese discurso: "El deber debe cumplirse sencilla y naturalmente".

En la calle 14, pero del Oeste, estaba el estudio de Hermann Norman, pintor noruego autor del único óleo de Martí que se conserva, y quien compartía el espacio con el peruano Patricio Gimeno y el cubano Federico Edelmann (a quien todos llamaban Fico), casado con Adelaida Baralt —para servirla, Martí escribiría esa novela espantosa que es Amistad funesta. Adelaida era cuñada de Blanche Zachary de Baralt, quien, en su ancianidad, en los años cuarenta del pasado siglo, escribió un testimonio muy ameno que tituló El Martí que yo conocí, en el que recoge numerosas anécdotas de la vida de Martí en Nueva York, así como de algunas de las familias cubanas que lo apoyaron y lo ampararon en esta ciudad. También en la Calle 14 se encontraba el Hotel Fénix, un hotel muy frecuentado por cubanos, que ocupaba los números 211 y 213 Oeste, y al que Blanche Z. de Baralt le dedica un breve capítulo de su libro. En él cuenta que fue allí donde se hospedó Carmen Zayas Bazán en su tercer y último viaje a Nueva York.

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