Martes, 09 abril 2002 Año III. Edición 340 IMAGENES PORTADA
Desde...
Villa Clara: el aparato a la jaula

'Medidas alternativas' y 'actas de responsabilidad material'... escenarios kafkianos en la mayor de las Antillas.
por ISABEL REY  

Una de las características más llamativas de la actual sociedad cubana es, sin lugar a dudas, la capacidad que demuestra para aplicar "medidas alternativas" en cada situación a la que se enfrenta. Puede que un forastero se sorprenda por las cosas que ve en la Isla, pero para el nacional son lo más natural del mundo.

¿Puede un nórdico, un español o un norteamericano hallar lógico que los televisores instalados en lugares públicos —como terminales de ómnibus, de ferrocarriles o escuelas— estén encerrados en jaulas de barras de acero? Eso lo comprende el cubano, que está al tanto de la presencia del robo y del Decreto Ley 92, el cual responsabiliza al trabajador de los medios que el Estado pone "en sus manos", obligándolo a pagar su importe "triplicado" en caso de pérdida.

Los televisores fueron incluidos en las llamadas "actas de responsabilidad material" que firma el proletariado de la Isla, convertido, automáticamente, en custodio estatal.

En la provincia Villa Clara, al centro del país, el Gobierno entregó 1749 aparatos televisivos y 208 vídeos para apoyar el programa docente educativo —entiéndase para extender la politización de la enseñanza—. Los maestros andan desesperadamente a la caza de barras de acero, lisas o corrugadas, para encerrar tras ellas al pájaro —perdón, al televisor—: en este caso no tienen que pagar, sino reponer, lo que equivaldría a un gasto de 430 dólares, precio estándar de los aparatos que se venden liberados en las tiendas recaudadoras de divisas, único lugar donde están disponibles.

Las aulas que radican en centros escolares edificados al efecto, tienen cierta seguridad y vigilancia nocturna que pagan los propios maestros. Las que funcionan en los llamados "anexos" —opción a falta de aulas— lo hacen en casas de familias que abandonaron el país. En ellas no hay condiciones de seguridad: estos inmuebles están deteriorados —como la inmensa mayoría — y son excelentes candidatos al robo.

Lucía, una maestra de tercer grado de la enseñanza primaria, imparte la docencia en uno de ellos. La puerta del fondo no existe y optó por guardar el televisor en la casa de una vecina, hasta tanto no fabrique la jaula.

Todo marchaba "bien", pero la directora de la escuela la visitó. Impuesta de la situación, sentenció: el aparato tiene que permanecer en el aula. Después de esto, Lucía no se preocupa de preparar las clases ni revisar las libretas de sus alumnos, toda ella está concentrada en conseguir los materiales para la jaula: la idea de llegar una mañana y comprobar que falta el televisor, la obsesiona.

Hoy son las barras de acero, mañana será... otra cosa. Se trata de Cuba, donde la cotidianeidad, en lugar de vivir, nos hace morir un poco cada día.


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