Martes, 09 abril 2002 Año III. Edición 340 IMAGENES PORTADA
Desde...
La Habana: Un sistema en bancarrota

Subdesarrollo, represión, demagogia, escapismo... especias imprescindibles para una receta singular: el socialismo a la cubana.
por JORGE OLIVERA CASTILLO  

Ir a prisión en Cuba es una posibilidad siempre al acecho si se tiene en cuenta que los actos de comer y vestir dependen de la ilegalidad para hacerse efectivos.

Reportes confiables de organizaciones defensoras de los derechos humanos dentro de la Isla aseguran que el número de personas —fundamentalmente jóvenes— encarceladas por delinquir contra su voluntad supera las 70.000. Todo por practicar el instinto de conservación en el mercado negro.

El precio a pagar por mantener el hábito del almuerzo y andar correctamente vestido le resulta a miles demasiado alto.

El régimen empeña su palabra al decir que por acá el desempleo no llega al 1% de la población laboralmente activa, y olvida apuntar que el salario promedio ronda el equivalente a 10 dólares mensuales. Un ejemplo abarcador e irrebatible de explotación del hombre por el Estado.

Un científico criollo envidia al vendedor de McDonalds del barrio de Queens, y un cirujano compulsado por la necesidad sufre con las anécdotas de un familiar empleado en una factoría de Miami (el mismo que escapó, ente maldiciones y golpes, por el Mariel, y que ahora es recibido en la Isla como un rey mago).

Ser inmigrante es el futuro, el anhelo de millones de compatriotas convertidos en delincuentes gracias a un código penal que castiga el pensamiento, la acción y la palabra si éstos contradicen el desorden socialista.

El régimen exporta médicos a los cuatro puntos cardinales mientras la crisis estalla de manera devastadora en casi todo el territorio nacional, con una epidemia —el dengue— que según cálculos conservadores ha afectado a más de 10.000 personas en los últimos meses. Informes no confirmados aseguran que los fallecidos rondan el medio centenar.

Subvencionado en el pasado por el multimillonario subsidio soviético, el sistema de salud pública cubano carece hoy de instrumentos y presupuestos para servir gratuitamente a más de 11.000 000 millones de ciudadanos, para protegerlos de virus y epidemias.

Aunque el Gobierno de Fidel Castro lo niega, luego de haber sido erradicadas han retornado la tuberculosis, el parasitismo y otras afectaciones propias de países con grados extremos de subdesarrollo. Obstinadamente, el régimen extiende una cortina de humo —conformada por vítores, aplausos, consignas, marchas de oscuro contenido patriótico, etcétera— alrededor de estas realidades, con el objetivo de que pasen desapercibidas.

Sin embargo, el desastre se respira y observa en cada rincón de la geografía cubana. Parece que la demencia toca fondo.

Como bien señala el refrán, la mentira tiene los pies cortos y para colmo se ha quedado coja.


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