Complejo deportivo es foco de contaminación |
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por JULIO CéSAR GáLVEZ, La Habana |
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Construido a fines de 1958 y ubicado entre las calles Oquendo y Manglar en el municipio Centro Habana, el parque deportivo El Pontón se halla en grave estado de deterioro y constituye un foco de contaminación.
Con un área de más de 600 metros cuadrados, en sus inicios esta instalación fue dotada con servicios sanitarios, duchas y taquillas para 500 personas, enfermería, salón de reuniones, cafetería, locales para oficinas, además de las áreas destinadas a la práctica de baloncesto, béisbol, softball, voleibol, judo, lucha, levantamiento de pesas, atletismo, natación y clavado, que no funcionan actualmente.
Los muchos años que lleva sin repararse han contribuido a su rápido deterioro, sin que hasta el momento las autoridades se hayan preocupado por solucionar la difícil situación constructiva del complejo deportivo, la cual se agravó con el paso del huracán Michelle por la Isla, al servir de albergue a personas que viven en zonas cercanas.
La sala de levantamiento de pesas está destruida por completo, los terrenos de baloncesto con huecos en el piso y sin tableros ni aros, el vestidor de los atletas sin paredes, el tatami de judo ya no existe y el terreno de béisbol y softball permanece anegado en agua, dada la cercanía de una toma donde se llenan carros pipas que surten de este líquido a parte de la población.
Las bombas de la piscina olímpica y el tanque de clavado llevan rotos más de dos años, a ello se une la ausencia de la tabla del trampolín. La escalera para subir a lo alto de la plataforma está en peligro de derrumbe, pero la situación más crítica del área de la piscina es la acumulación de agua putrefacta y con excrementos acumulados en ambas instalaciones, lo que constituye un gran foco de contaminación.
Las canchas de tenis muestran considerables grietas en sus paredes, con un hueco de más de un metro de circunferencia, por la calle Clavel, por donde entran y salen a cualquier hora del día y de la noche las personas que atraviesan la instalación deportiva.
Las cubiertas del techo del salón de entrada se filtran, ventanales ausentes en la sala de lucha —la única que funciona dentro del complejo—, tablillas, ventanas y puertas rotas en toda la instalación, locales tapiados con ladrillos y hasta el muro de bloques de tres metros de alto que rodea la instalación ha ido desapareciendo poco a poco debido al robo y saqueo indiscriminado.
Las cercas que delimitan cada área deportiva están rotas y oxidadas. Ya son un objeto anacrónico, pues impiden el paso para acortar camino entre las calles Manglar y Oquendo.
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