| El cacique de la tribu |
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| El lanzador pinareño Dennys Báez triunfa con los Indios de Cleveland. |
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| por JORGE EBRO, Miami |
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De todos los lanzadores cubanos que han llegado a las Grandes Ligas en los últimos tiempos, ninguno reúne tantas cualidades como el pinareño Dennys Báez, un hombre al que le sobra talento y deseo para imponerse en el mejor béisbol del mundo.
Así como impresionó a los técnicos de Pinar del Río y de la selección cubana, Báez les hizo saber bien pronto a los directivos de los Indios de Cleveland que tenían un diamante —no precisamente en bruto— entre sus manos.
Báez no fue el clásico pelotero formado por la revolución. No siguió la trillada trayectoria de las escuelas de formación deportiva o las academias de béisbol. Es más: pasó por alto toda esa etapa mientras estudiaba para ser profesor en el Instituto Pedagógico de Pinar del Río.
Es en ese centro universitario donde decide probar suerte como lanzador. Su hermano le hizo descubrir cuánta velocidad acumulaba su brazo, y lo animó a que probara suerte en el montículo. A partir de ahí cambió la suerte del espigado lanzador.
Brilló en los Juegos Nacionales Universitarios. Del equipo de Pinar del Río le llamaron urgentemente: ¿Cómo era posible que un hombre así no hubiera sido descubierto por los técnicos? Y allá se fue el muchacho a participar en su primera Serie Nacional.
En la temporada 1998-1999 fue una verdadera sensación. Lo invitan al entrenamiento del equipo principal y en casi 18 innings de faena apenas permite cuatro hits a los veteranos y consagrados "nacionales". No hubo ninguna duda de que Báez haría el grado a los Juegos Panamericanos de Winnipeg, en Canadá.
Allí se haría "traidor" para las autoridades cubanas. Ahora se sabe que Báez siempre quiso jugar en las Grandes Ligas, algo con lo que sueñan en secreto todos los peloteros cubanos, aunque tengan que esconderlo mucho más profundamente que en la almohada donde recuestan su cabeza.
Luego de una puja entre varios equipos, los Indios se hacen con los servicios del pinareño y lo envían a su sistema de Ligas Menores para que termine de pulir ciertos aspectos que le ayudarían a hacer menos traumático el cambio de un tipo de béisbol al otro.
Sin embargo, no pasaría demasiado tiempo antes que los Indios lo subieran a la Gran Carpa. Luego de la lesión del relevista Paul Shuey, Báez se fue convirtiendo, en poco tiempo, en el taponero intermedio del Cleveland. Terminó la temporada pasada con 5-3 y promedio de 2.91 en 38 actuaciones.
Ningún otro lanzador del bullpen pudo compararse al cubano. Pero los Indios se dieron cuenta que Báez tenía madera para más, y en el entrenamiento de primavera de esta campaña lo probaron como abridor, que es lo máximo a que puede aspirar un pitcher en este nivel.
Al manager de los Indios, Charlie Manuel, no le quedaron dudas de que había encontrado al hombre idóneo para completar su rotación abridora. Es que Báez lo tiene todo para ser una verdadera estrella: una bola rápida que se mueve en el rango de las 93-97 millas por hora, una pronunciada curva y un aceptable lanzamiento de rompimiento que puede confundir a los bateadores; pero sobre todo posee un elemento vital... la juventud.
Su balance actual de 5-5 en su primer año como abridor atestigua que el pinareño va por buen camino. En Cleveland todos están encantados con él: es serio, entregado y dicen que entrena más que nadie. Porque más que nadie desea triunfar.
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