Amateurs sin antifaz |
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El culto al amateurismo: máscara oficialista para un deporte profesional mal remunerado. |
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por ROGERIO MANZANO |
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Cuba tiene el mejor béisbol amateur del mundo. Aunque es una frase inútil, forma parte imprescindible de la liturgia oficialista cada vez que una selección de la Isla obtiene una victoria en cualquier torneo internacional. China Taipei no resultó la excepción. Pareciera que se ganó la guerra contra los Estados Unidos más que un juego de pelota.
Pero se sabe que el supuesto amateurismo de los cubanos es apenas un eufemismo. Son profesionales mal pagados con antifaz de aficionados. Sin embargo, hay una verdad que a los dirigentes actuales del deporte criollo no les interesa divulgar mucho: la historia de la Liga Nacional de Béisbol Amateur (LNBA), única y auténtica fuente del origen de la pelota no profesional en la mayor de las Antillas.
Fue una gesta que comenzó en 1914 cuando todavía el sombrero de copa y la levita no habían pasado de moda. La organización del circuito se promovió a instancias de partidarios del deporte de las bolas y los strikes que pertenecían a ilustres sociedades habaneras de la época, las cuales quisieron agrupar en un solo gremio a los atletas que, en carácter de distracción, practicaban el juego base por toda la capital de la República.
El doctor José Sixto de Sola resultó electo el primer presidente y los señores José L. Pessino, secretario, y Augusto Muxó, tesorero. El certamen inició sus acciones el 12 de abril de 1914 y se presentaron a la discusión del primer gallardete los conjuntos Vedado Tennis Club, Instituto de La Habana, Sociedad de Marianao y el Club Atlético de Cuba.
La calidad de la Liga encajó inmediatamente en la preferencia de los fanáticos desde el comienzo mismo de las primeras contiendas, las cuales alcanzaron después su momento culminante hacia la década del cuarenta, considerada por los expertos como la etapa dorada del amateurismo en Cuba.
La LNBA como alternativa de la Liga Profesional también resultó formidable, porque llenó un espacio necesario entre invierno e invierno, amén de que se transformó en un escenario garantizado para el perfeccionamiento atlético de los beisbolistas llegados de cualquier rincón de la Isla.
Incontables fueron las figuras que brotaron sobre el pasto aficionado: Antonio Quilla Valdés, Isidoro León, Charles Pérez, Conrado Marrero, Julio Jiquí Moreno, Pedro Natilla Jiménez, Willy Miranda, Napoleón Reyes, Roberto Ortiz, Andrés Fleitas, entre muchos otros, resultaron fruto de una genuina expresión de béisbol amateur que, mientras transitó bajo los estatutos de la respetada institución, se mantuvo siempre separada de los afanes de lucro y muy alejada de las maniobras políticas.
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