Ajustando el bate |
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Del trabajo de Miguel Valdés en el área ofensiva, pudiera depender que la selección nacional de béisbol borre la imagen dejada en Sidney. |
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por IVáN GARCíA |
Parte 1 / 2 |
Todavía falta. Más de dos meses nos separan del campeonato mundial de béisbol, el 16 de noviembre. Ya se sabe que en los eventos de primera fuerza toman parte peloteros rentados. No son grandes estrellas como Barry Bonds, Sammy Sosa o Pedro Martínez. Pero son jugadores profesionales de doble y triple A que saben jugar béisbol. Y Cuba los conoce bien.
En los Panamericanos de 1999 en Winnipeg, Canadá, como en una película de suspenso, sufrimos para ganar el título y obtener el boleto olímpico a Sidney. Luego, en Australia, en el 2000, Estados Unidos nos apeó del eterno. Y la sangre llegó al río.
Se sucedieron cambios dentro del cuerpo de la selección del patio. La cabeza del director técnico Alfonso Urquiola rodó por el piso. Su lugar lo ocupa Higinio Vélez, tres veces titular con el equipo de Santiago de Cuba en nuestros clásicos nacionales. También volvió a vestir la franela tricolor el controvertido preparador Miguel Valdés.
Nadie pone en duda la capacidad y conocimientos de Valdés. En Cuba, probablemente pocos sepan como él de técnica de bateo. Pero la fanaticada también reconoce que es muy dado a mantener las vacas sagradas dentro de la selección. Hacía falta un buen preparador de bateo. En los últimos torneos internacionales la ofensiva estuvo por los suelos. Por eso los directivos le llamaron, ya que es un hombre clave en la formación de grandes bateadores como Luis Giraldo Casanova, Víctor Mesa, Omar Linares, Antonio Pacheco y Orestes Kindelán.
Los jerarcas no quieren seguir ganando juegos de béisbol con el agua al cuello o sufrir derrotas ignominiosas como el revés frente al débil equipo de Holanda en Sidney. La mayor de Las Antillas había salido adelante gracias al soberbio pitcheo de hombres que tiran entre 92 y 95 millas, como José Ibar, Norge Luis Vera, José Ariel Contreras, Pedro Luis Lazo y el fenómeno Maels Rodríguez, un diestro que lanza rectas de 101 millas.
Pero en los juegos cerrados no se sabía remontar marcadores, el bateo estaba apagado. Se piensa que con Miguel Valdés, preparador de entrenamientos draconianos, con altas cargas físicas y volumen de trabajo, se revierta el panorama. De paso, ya introdujo en la preselección que se entrena con vistas al mundial a algunos viejos amiguetes, como José Estrada y Luis Ulacia, quienes por rendimiento debieran estar en su casa. Si logra ganar, a pesar del nepotismo, nadie se acordará de ello. Pero si pierde —entiéndase no ocupar el primer puesto— sobre él caerá la maldición de toda la fanaticada.
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