Miércoles, 12 junio 2002 Año III. Edición 386 IMAGENES PORTADA
El criticón
Gaviotas habaneras en Los Ángeles

A propósito de la puesta en escena escrita, dirigida y protagonizada por la actriz Yvonne López Arenal.
por ESTHER MARíA HERNáNDEZ, Los Ángeles Parte 1 / 2
Arenal
'Gaviotas habaneras'. Dramaturga, directora y actriz Arenal
(Mario García Joya)

A veces, el downtown de Los Ángeles recuerda ciertas zonas de la Habana Vieja. Cuando entré en el Los Angeles Theater Center, —"eleiticí", como hasta ese día lo había escuchado nombrar—, la sensación se multiplicó, pues se trata de un viejo banco de los treinta, con paredes de mármol gris rematadas por encajes de bronce, grandes puertas de madera oscura y un enorme lucernario que llena el salón principal con la luz de la tarde. Un edificio casi idéntico a los muchos de esa zona conocida como el Wall Street habanero: moles vetustas, piedras de otros tiempos.

Éste, el de Los Ángeles, se ha transformado ahora en la sede de varias salas teatrales y de ensayo: la sofisticación de una sede bancaria actual no entiende de lucernarios neoclásicos y ha cedido su lugar a un arte que tiene la ventaja de aprovechar cualquier arquitectura que le dé albergue.

En una de esas salas ha estado presentándose, por espacio de cuatro semanas, Gaviotas habaneras, un montaje escrito, dirigido y protagonizado por la actriz cubana Yvonne López Arenal, en compañía de un reducido grupo de colaboradores entusiastas: Joel Núñez, también cubano, compartió con ella la actuación; Mario García Joya (Mayito), tuvo a su cargo la dirección de arte y el diseño de luces; Juan Calvo se ocupó de la coreografía.

Resumen de sus preocupaciones esenciales en tanto artista, emigrada, cubana y mujer, Gaviotas habaneras podría haber sido una catarsis personal y punto. No pocas veces sucede. Mas, en cambio, el espectáculo consigue construir un entramado interesante y, paradójicamente, la base está precisamente ahí, en la honestidad de sus puntos de partida, en la pasión que está detrás de esas preguntas que los protagonistas ponen en escena, hacen a la escena.

Ignacio es un director joven, que antes de emigrar conoció el éxito en Cuba con propuestas experimentales y atrevidas; ahora es camarero en un restaurante. María fue actriz, pero en el exilio se ha hecho una empresaria de éxito, comerciando "viandas del trópico" con las que paliar la nostalgia gastronómica de sus compatriotas. Una vez se conocieron. Él la olvidó, ella se dedicó a recordarlo. El azar los reúne y el teatro hace el resto. El teatro y Ochún, a quien Ignacio invoca desde su desesperación de artista, preso en la persistente materialidad de los billes mensuales.

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