Lunes, 11 noviembre 2002 Año III. Edición 491 IMAGENES PORTADA
Cultura
La Carta en la manga

El panfleto que más de cien intelectuales cubanos firmaran contra Neruda, reaparece en el prefacio de sus 'Obras completas'.
por MANUEL DíAZ MARTíNEZ, Canarias  
Pablo Neruda
Peace rules in Chile - Pablo Neruda (Walter Womacka)

Hernán Loyola es poeta y crítico literario. Hace años, quizás más de veinte, dejó su Chile natal y se instaló en Italia. Ha hecho carrera de profesor en la Universidad de Sassari (Cerdeña). Especialista en Neruda, ha tenido a su cargo la edición de las Obras completas de su célebre compatriota publicadas en España por Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, cuyo tomo más reciente, el quinto, acabo de adquirir en una librería de Las Palmas.

En el prefacio de este tomo, mi viejo amigo Hernán Loyola cuenta la historia de la Carta abierta a Pablo Neruda, un panfleto que más de cien intelectuales cubanos suscribimos en 1966 y que el Gobierno de Castro, su promotor, puso a circular por el mundo. La Carta, que muchos firmamos por el crédito político y moral que dábamos a los actos de la revolución, era una regañina al autor de Canto general, y figura prominente del partido comunista chileno, por haber asistido a un congreso del PEN Club en Nueva York —al PEN Club lo veíamos desde la Cuba de Castro como un tentáculo intelectual del imperialismo— y por haber consentido que lo condecorase el Gobierno peruano, en aquella época presidido por el derechista Belaúnde Terry.

No es difícil entender que ese estúpido rapapolvo —que encubría un mensaje hostil al partido comunista chileno, cuya postura de entonces frente a los movimientos armados en América Latina no agradaba a Castro— haya sido para Neruda, como dice Loyola, "una grave ofensa a su trayectoria y a su dignidad revolucionarias", y que el afamado poeta —dueño además de un ego monumental— nunca lo perdonara. Yo todavía no me perdono el haberlo firmado.

Lo que sí es difícil de entender, al menos para mí, es que a estas alturas mi amigo Hernán Loyola, con quien en 1996 hablé largamente sobre Cuba, allá en Valdivia, en su lejano Chile, nos reproche a algunos firmantes de la Carta que hayamos roto con la dictadura en que se ha convertido la revolución cubana, esa dictadura que fue la promotora de la misiva y que, según denuncia él mismo, mantiene en el índex al autor de Canción de gesta. "No pocos de los firmantes de aquella Carta", escribe Loyola en su citado prefacio, "entonces erigidos en censores revolucionarios, hicieron después lo que Neruda nunca hizo: algunos renegaron abiertamente de la Revolución cubana, otros se alejaron y se desentendieron de ella, o simplemente abandonaron Cuba y sus batallas (entre ellos dos de los cuatro redactores de la Carta, Edmundo Desnoes y Lisandro Otero; y también Jesús Díaz, César Leante, José Triana, Manuel Díaz Martínez, para hablar de quienes conozco)".

Neruda murió en 1973, hace veintinueve años. De entonces acá, lo que Hernán Loyola sigue llamando "Revolución cubana" ha incrementado su historia con episodios tremendos, de grotescos a trágicos, que Neruda no conoció. De haberlos conocido, ¿cuál habría sido la reacción del poeta? Nada puede afirmarse al respecto, pero muchos intelectuales importantes de la izquierda mundial —Sartre, por ejemplo—, que al principio loaron a Castro y su régimen, a la larga se convirtieron, decepcionados, en sus críticos severos. De cualquier modo, si Neruda quiso morir abrazado al estalinismo y anclado en los dogmas de su partido, ése era un problema suyo, del que no tenemos que hacernos cargo los demás y que más bien hay que lamentar.

El amigo Hernán exhibe una vocación de comisario en el párrafo en que nos incluye a Jesús Díaz (que ha muerto siendo director de la revista Encuentro de la Cultura Cubana), a Leante, a Triana y a mí, entre los que "abandonaron Cuba y sus batallas". De Desnoes no sé nada hace tiempo. De Lisandro Otero puedo decir que está en México y sigue uncido al castrismo. En cuanto a los otros, Loyola debe saber que, aunque estamos dispersos por España y Francia, no hemos abandonado Cuba ni sus batallas. Al contrario, nunca como en nuestros largos años de exilio hemos batallado tanto por nuestro sufrido país. Lo que abandonamos fue la dictadura y las batallas de Castro.


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