Martes, 09 abril 2002 Año III. Edición 340 IMAGENES PORTADA
Cultura
Carnaval con acento patriótico

Miami celebra su popular fiesta a seis meses de los ataques a Washington y Nueva York.
por IVETTE LEYVA MARTíNEZ, Miami  
Miami
Miami. Fiesta de culturas en la Calle Ocho

Otra vez fue una imparable multitud disfrutando la mayor de las fiestas al aire libre de Estados Unidos. Calle arriba y calle abajo, con un sol espléndido y un sabor de diversidad como Miami está acostumbrado a ofrecer en estos días de marzo.

Pero esta edición 24 del Carnaval de la Calle Ocho va a ser recordada particularmente como la jornada festiva que pudo parar su desenfreno de música y sazones en plena tarde para propiciar un tributo patriótico en honor de la nación americana.

A las tres de la tarde, las 23 tarimas ubicadas a lo largo de la Calle Ocho hicieron un alto. La marcha se detuvo y una ola de silencio gobernó por unos minutos la serpiente humana de más de un millón de asistentes. Se escuchaban las notas de God Bless America, el himno estadounidense.

Muchos ondearon la bandera estadounidense, que este año —por vez primera— se impuso en número a la cubana, la puertorriqueña, la colombiana, la nicaragüense y la venezolana. La gente respondió masivamente a la petición de los organizadores del Club Kiwanis de la Pequeña Habana, y los colores rojo, azul y blanco de la nación americana (que son también los de Cuba y Puerto Rico) predominaron en las ropas y los decorados de ambientación.

"Todos los años le pedimos a la gente que venga con los colores de su país", explicó Manny Rojas, presidente de la junta directiva del Carnaval. "Este año abogamos por que vinieran con los colores representativos de Estados Unidos, para reafirmarnos como una comunidad unida".

Una voz, una comunidad, un festival. La tradicional fiesta de Miami coincidió con las recordaciones nacionales a seis meses de los ataques terroristas en Nueva York y Washington, acontecimientos que han creado un trauma profundo en la sociedad estadounidense. Un trauma que se manifiesta en la sensación de inseguridad en los conglomerados públicos, en la cautela y la discreción antes desoídas, en la incomodidad de una guerra cuyo fin no parece estar al doblar de la esquina.

La normalidad y la vibrante participación con que transcurrió esta fiesta de colofón carnavalesco es otro triunfo de la virtud ciudadana contra el pavor. Un empujón de alegría para voltear la página y recobrar la plenitud de vida.

Miami puede vanagloriarse del empeño y la pasión de sus gentes. Tras los solemnes minutos del himno, el son, el merengue, la bachata, el bolero y hasta el rock retornaron por sus fueros. El Gran Combo de Puerto Rico, Jaime Camill, Pilar Montenegro, la espectacular merenguera boricua Giselle, Reina del Carnaval 2002... Entre los artistas cubanos que concurrieron a la cita estaban Celia Cruz, Willy Chirino, Luis Boffill y Manolín, el Médico de la Salsa, cuya intensa actividad musical en el exilio es una bofetada para los escribidores de La Habana que pronosticaron su muerte artística.

Las festividades comenzaron a las 11 de la mañana y se extendieron hasta entrada la noche entre las avenidas 4 y 27 de la Calle Ocho. Más de 600 vendedores de establecimientos cubanos, nicas, colombianos, hondureños, mexicanos, costarricenses, venezolanos y peruanos, con comidas, bebidas y artículos típicos de sus respectivos países, inundaron la zona.

Este zafarrancho dominical marca la clausura del Carnaval, que desde el pasado 1 de marzo organizó múltiples actividades recreativas, concursos, torneos deportivos y conciertos para todos los gustos. Tal vez la fiesta que ofrece la mejor estampa cultural del Miami actual.

La historia del carnaval miamense se remonta a 1978. La ciudad comenzaba a mostrar su potencial económico y turístico, y la comunidad cubana se hallaba ya en una etapa de consolidación de su influencia en la política, los negocios y la cultura locales. Lo que se inició como una modesta invitación a toda la comunidad a compartir sus ritmos y sus tradiciones en plena calle, en el mejor estilo open house de los estadounidenses, se convirtió de pronto en un encuentro de más de 100.000 personas, y para 1985 sumaban ya más de un millón.

En 1988, el festival de la Calle Ocho se inscribió en los récord del libro Guiness, cuando Gloria Estefan encabezó la más larga conga que se haya producido jamás, con más de 119.000 personas arrollando al ritmo de la Miami Sound Machine.

Hoy es la fiesta latina más concurrida de Estados Unidos. Orgullo también de los cubanos, asentados en este pedazo de certidumbre criolla y confluencia universal.


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