| Palabras en saco roto |
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| Una comparación entre la libertad de prensa en Occidente y la realidad mediática cubana. |
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| por MICHEL SUáREZ, Valencia |
Parte 2 / 2 |
Pero es iluso concebir políticas editoriales de "banda ancha" a nivel microsocial. No se encontrará más que cierto equilibrio u objetividad —siempre relativos— en un análisis casuístico. Ningún medio diseña líneas informativas que contradigan visceralmente sus presupuestos ideológicos; pero amén de lo dicho, en las sociedades civilizadas se cumple con bastante rigurosidad el derecho a la información diversa, aunque ese criterio muchas veces resulte polémico. Este nivel sólo representa la materia prima de la futura libertad de prensa, que no se completa hasta la interacción de la mayor cantidad de ideas posibles en el escenario macrosocial.
Empero, los ideólogos del castrismo tan sólo estudian las situaciones microsociales y las transpolan automáticamente al contexto nacional. O, de lo contrario, recurren a ellas para desacreditar a la llamada prensa occidental. No obstante, ese propio valor, por sí solo, ofrece lecciones al régimen de La Habana. ¿Qué significa entonces que diarios críticos del Gobierno cubano como The Washington Post y The New York Times publiquen editoriales en los que se califica de "obsoleto" el embargo de EEUU? Hasta en el periodismo partidista del capitalismo "salvaje y monopólico" hay más oportunidades para disentir que en todos los órganos de prensa cubanos juntos.
En la Cuba perfecta de Fidel Castro y sus 11 millones de seres unánimes, el cinismo de las autoridades ha llegado a tal extremo que sesionó semanas atrás un Coloquio sobre la Libertad de Prensa. Un alto funcionario de la oficialista Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) se refería a los disímiles temas de la agenda —sin dudas todos muy "decisivos" en la situación interna de los medios cubanos—, como la experiencia de la prensa palestina, la campaña mediática en los últimos acontecimientos de Venezuela, la guerra de Afganistán y la independencia de Puerto Rico. Nada, absolutamente nada, acerca del grave ejercicio de empobrecimiento humano e intelectual que significa ser periodista en Cuba, ni sobre la terrible desinformación a que están sometidos los ciudadanos.
Nadie ha pedido al régimen que ceda las páginas del Órgano Oficial del Partido Comunista de Cuba para difundir ideas diferentes a las ya institucionalizadas, ni que Radio Rebelde abra sus micrófonos a la disidencia pacífica. Nadie pediría tanto. Pero una libertad de prensa sostenible deberá estar fundada en la posibilidad de crear órganos independientes del control estatal, como parte de un proceso mayor de descentralización de la propiedad. Mientras ello no suceda, por lo menos se debería abandonar la guerra psicológica a que se somete a los periodistas independientes, condenados por una Constitución que aprueba en su artículo 53 la libertad de prensa, pero "conforme a los fines de la sociedad socialista", es decir, ideológicamente uniforme. Por si fuera poco, existe una Ley Mordaza que intenta legitimar la represión contra la verdad en nombre de presuntos intereses nacionales.
Hace poco, la organización Reporteros sin Fronteras (RSF) dirigió una carta al Ministro del Interior, Abelardo Colomé Ibarra, como protesta por el "hostigamiento de que son víctimas los miembros de la sociedad de periodistas Manuel Márquez Sterling" por impartir clases de formación a futuros colegas (lo curioso es que en Cuba no existe legislación que prohíba enseñar libremente). Mientras el pasado mes de mayo el mundo civilizado celebraba, por acuerdo de la UNESCO, el Día de la Libertad de Prensa, el periodista cubano Bernardo Arévalo Padrón cumplía condena de seis años de cárcel y otros 26 activistas permanecían arrestados tras la ola represiva de principios de año, de acuerdo con las denuncias de las ilegales asociaciones profesionales Cuba Verdad y Federación de Periodistas Cubanos. Precisamente por esa fecha, Reporteros Sin Fronteras calificaba a Fidel Castro como depredador de la libertad de prensa, y reiteraba lo que ya tanto se ha dicho... sin que todavía se encuentre una salida.
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