| Traigo una guayabera y... 20 minutos de libertad |
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| Jimmy Carter y el Proyecto Varela convergen en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. ¿Es ya un hecho la transición en Cuba? |
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| por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami |
Parte 2 / 3 |
La obstinación de la administración estadounidense en una política errónea le permitió un triunfo a Castro esta semana: desvió en parte la atención de la prensa, en los primeros días de la visita del ex presidente, de la situación de los derechos humanos en la Isla a una confrontación entre éste y el gobierno de su país. La habilidad fue de Castro, la mesura de Carter, la culpa de Bush.
La presencia de Carter en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de La Habana —y su apoyo a la explicación de que Cuba no participa en actividades bioterroristas— sacó una vez más el debate de la realidad de la Isla al campo de la confrontación Washington-La Habana. A partir de ese momento, el Departamento de Estado y el portavoz presidencial se han dedicado a ofrecer declaraciones cada vez más desatinadas, como tratando de esconder en un laberinto de palabras lo que en resumidas cuentas no fue más que una zancadilla torpe.
La afirmación del ex presidente no cierra, por supuesto, el capítulo de Cuba y el bioterrorismo. Él no llevó ningún experto en armas biológicas. Pero la administración de Bush tampoco ha demostrado que posee pruebas contundentes, sino temores y preocupaciones. Lo fundamental es la capacidad para el desacierto que demuestra el Gobierno de EE UU, en momentos en que lleva a cabo una revisión de la política hacia la Isla. El mismo día que se lanzaron las acusaciones de bioterrorismo, el subsecretario de Estado para Latinoamérica, Otto Reich, sugirió que La Habana estuvo implicada en los hechos que rodearon el derrocamiento del presidente venezolano Hugo Chávez, al afirmar que poseía informes de ''que cuatro aviones cubanos aterrizaron en Maiquetía [en la mañana del 12 de abril], cuando el resultado de esta alteración del orden constitucional todavía estaba en duda''. Y luego agregar: "¿Qué estaban haciendo allí, qué estaban llevando? No sabemos''. Todo ello para a los pocos días el Gobierno norteamericano tener que aclarar que se trataba de informes no confirmados. En ambos casos, las acusaciones no son necesariamente carentes de fundamento en un sentido general, pero su valor disminuye o se pierde ante la inercia o la imposibilidad de presentar una base sólida y demostrable que las sustente.
En su segundo día de visita —y de forma inesperada—, Carter se reunió por más de una hora con Elizardo Sánchez y Oswaldo Payá. Cuando al día siguiente —martes por la tarde— en su mensaje al pueblo cubano transmitido en directo por radio y televisión, apoyó la propuesta disidente de pedir un referendo sobre cambios políticos, alcanzó lo que posiblemente constituya el mayor logro de su visita. Lo hizo durante veinte minutos en un español perfecto. Fue un mensaje claro, preciso e inteligente.
No resulta exagerado definir la difícil lucha por lograr este referendo en un antes y un después de la visita de Carter. Antes de las palabras del ex mandatario en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, la difusión del proyecto había sido más intensa en el extranjero que en la Isla. Ahora la expectación ha despertado en los cubanos. Ello no quiere decir con mucho que el Proyecto Varela se lleve a la práctica, pero lo coloca en su lugar preciso: la iniciativa en Cuba y a los ojos del mundo.
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