Martes, 23 abril 2002 Año III. Edición 350 IMAGENES PORTADA
Sociedad
¿Dónde llora Superman?

Del chocolate y los cronómetros a los Derechos Humanos. Ayer y hoy, Ginebra para los cubanos.
por RAúL RIVERO, La Habana  
Reloj

Aspiro a ser pueril. Quiero volver a los días en que Ginebra, Suiza, me remitía, como a todos los seres humanos, al chocolate y los cronómetros.

Trato también de perdonar al mes de abril. Nunca creí del todo la acusación de crueldad extrema que le hizo el poeta T. S. Elliot, porque viene siempre con los brotes y azoramientos de las primaveras.

Ahora bien, la realidad es que en los últimos años Ginebra y abril me hacen remisiones oscuras, húmedas y sucias.

Mientras en aquella ciudad se debate la situación de los derechos humanos en Cuba, mis viajes interiores, la memoria sin brújula, van a dar a las cárceles y a los calabozos donde pasan sus días y sus horas tantos cubanos.

Llega, por ejemplo, a la celda donde Vladimiro Roca lee La Biblia y al campamento de trabajo en el que toma nota Bernardo Arévalo Padrón.

Desde allí, desde el sur de Cienfuegos, sigue viaje hasta Guantánamo a visitar a Néstor Rodríguez Lovaina y de regreso se detiene en Sancti Spíritus para saber de Jorge Luis Pérez Antúnez.

Esta mañana supe que José Aguilar, preso en el Combinado del Este, hará una huelga de hambre y recuerdo a ese hombre, en un calabozo en 1997, tratando de dividir un somnífero con otros dos compañeros de insomnios.

Viene Tania Quintero en una celda con cuatro jineteras de Camagüey sorprendidas en pleno vuelo por Quinta Avenida. Tania digna y ausente, aferrada a los barrotes de la reja como si estuviera asomada a una ventana de La Víbora.

Sí. La memoria de aquel hombre que después de pasar su primera noche en la cárcel le escribe a la poesía que encerraron con él: "Emoción evocada/ Es domingo en la tierra/ a mí me tienen preso/ a ti no te ve nadie/ nadie sabe quién eres/ dulce, leve y serena/ prisionera del aire".

Rolando Valdés aparece por ahí también. Estuve dos años sin hablar con nadie, me contó un día. Entonces me dio por cantar todas las canciones que me sabía, hasta las infantiles, para escuchar el sonido de una voz humana.

Y llega luego Álvaro Prendes. Unos amigos lo fueron a buscar después de una estancia de tres días en un calabozo.

Prendes, que estuvo varios años preso en la Isla de Pinos bajo la dictadura de Batista, le dijo, ya en la calle, a uno de los que lo recogieron: "Vámonos rápido Tigre, que aquí adentro llora Superman y se limpia la nariz con su gran capa roja".

A lo mejor algún día Ginebra y Abril vuelven a ser, para los cubanos, una ciudad donde preocupa la exactitud del tiempo y un mes donde estalla en silencio la primavera.


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