Por una consulta popular |
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Un proyecto que intenta hacer de la nación la protagonista de futuras transiciones. |
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por HéCTOR PALACIOS RUIZ |
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Hubiera sido imposible que el Proyecto Varela —inspiración del Movimiento Cristiano Liberación—, dadas las condiciones de permanente acoso existentes en la Isla, fuera ejecutado por una sola organización disidente. El Estado tiende un apretado lazo represivo sobre la población cubana, que permanece anestesiada, sin la espontaneidad necesaria para reclamar sus derechos.
Para exigir un referendo fue imprescindible convocar a Todos Unidos, especie de coalición que ha ido conformando una fértil unidad en lo diverso. Más de 100 organizaciones se han incorporado a la recogida de firmas.
En menos de un año, sorteando las encrucijadas impuestas por los órganos represivos del país —que de paso violan la Constitución de la República—, los signos favorables a la solicitud ciudadana se han hecho patentes. Los electores han entregado, en decenas de municipios, los pedidos de referendo, también a los dirigentes principales del Gobierno y el Partido Comunista, que son la misma cosa. No ha habido respuesta, con lo que se ha quebrantado una vez más la ley. Al unísono, cientos de ciudadanos son reprimidos con el objetivo de que desistan.
Por primera vez un proyecto pacífico de esta magnitud, basado en las leyes estatales, ha sido compartido a gran escala con la población. Con él, la nación adquiere propia dimensión y se convierte en sujeto activo de los cambios. Miles de cubanos lo rubrican y cientos de miles caen en la cuenta de que, para alcanzar una sociedad de derechos, es factible esta clase de prácticas.
No ha existido un lugar en la Isla, por remoto que sea, que no haya recibido el estímulo de la exhortación. La disidencia se ha identificado con el pueblo y el pueblo ha conocido a la disidencia. Muchas organizaciones de la naciente sociedad civil han visto incrementadas sus filas.
En su desesperación el Gobierno, a través de su eficiente policía política —tal vez lo único eficaz que queda en Cuba—, ha intentado desmantelar, desde dentro, la iniciativa. Pero las liebres de que dispone son insignificantes, y sus saltos demasiado visibles. Muchas de ellas, la mayoría, se disfrazaban de palomas.
El proyecto alcanzó horizontes que ni siquiera se habían propuesto sus propulsores. Incluso, si éste fuera destruido, habría dejado huellas imborrables.
Falta un paso para cubrir las expectativas. Entregar las 10.000 firmas, solicitando oficialmente —según el derecho que otorga la Constitución en su artículo 88, inciso G— que la Asamblea Nacional del Poder Popular convoque a un referendo sobre las cinco propuestas contenidas en el Proyecto Varela. Se trata de un acto final inevitable. Y se quiere llevar a cabo con la eficacia necesaria, para ahorrar a la nación algunos de los muchos "peros" que sobrevendrán desde el Gobierno.
Lo que acontecerá después solamente lo sabe el régimen, que ya no podrá tildar a los opositores de "grupúsculos asalariados". Se exige lo que dicta la actual Constitución, tan partidista como el propio Estado cubano.
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