Martes, 05 noviembre 2002 Año III. Edición 487 IMAGENES PORTADA
Opinión
La nueva hegemonía

Un argumento de peso, o mejor, de dólares... ¿es la 'dolarcastración' la etapa última del castrismo?
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami Parte 1 / 2
Monedas

Creo que los periodistas estamos ganando una batalla a costa de perder otra. Cada día que pasa la información adquiere una mayor urgencia, se hace más instantánea, pero al mismo tiempo pierde su memoria. La fiebre del dólar y de compras de productos norteamericanos que vive La Habana en estos momentos no es un cambio ocurrido en los últimos meses; no obedece a una necesidad conciliadora a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001 ni es tampoco tabla salvadora para una economía endeble. Es el resultado de un proceso iniciado a partir de 1994, cuando en un primer instante existió la impresión de que comenzaban los verdaderos años finales de Castro, pero que pronto se transformó en el preludio de una nueva etapa de supervivencia para el régimen.

Si 1994 fue el año del estallido en el malecón habanero, cuando el fermento de intranquilidad social y política estuvo a punto de desembocar en hechos mayores, pronto murieron las esperanzas porque en realidad el conato de protesta careció de una proyección nacional y sólo constituyó un paso más en el camino que otros transitamos primero, con igual impulso colectivo pero sólo con el objetivo de ganar en individualidad: abandonar el país. Transcurridos unos meses, 1995 fue un año de triunfos y derrotas en la lucha contra Fidel Castro.

Analizar la situación actual partiendo de estos dos años posibilita percibir los fallos estratégicos y tácticos, así como las debilidades y los puntos fuertes, tanto del Gobierno como de sus opositores.

En 1994 se produce, en el mes de abril, la reunión La Nación y la Emigración, y se afianza en cierto sector del exilio la estrategia de una actitud pasiva (en algunos casos de franco servilismo) hacia La Habana como la mejor manera de lograr concesiones. En ese mismo año se produce el hundimiento del remolcador 13 de Marzo, la noche del 13 de julio, y estalla como un polvorín la situación en Cuba, con el brote de inconformidad popular conocido como "el maleconazo" y la salida de 21.000 balseros, que son trasladados primero a la base naval norteamericana de Guantánamo, y que tras una larga encarcelación terminan reiniciando sus vidas en Estados Unidos.

Tras conversaciones difíciles, que concluyen en la firma de un acuerdo migratorio, Castro logra varios triunfos: el otorgamiento de al menos 20.000 visas de salida, que canalizan de forma legal el abandono del país y mantienen la esperanza de un mejor futuro en Estados Unidos para millones de cubanos; el establecimiento, meses después, de las telefónicas directas y el restablecimiento al siguiente año de las remesas económicas desde el exilio. Pero sabe también que a partir de ese momento no podrá utilizar el chantaje migratorio como instrumento de negociación. En los años posteriores recurrirá en pocas ocasiones a su vieja táctica de chantaje, migratorio o de otro tipo (los dos ejemplos más notables: el corte de las llamadas telefónicas directas, que resultó ineficaz; y este año una sugerencia de éxodo masivo que apenas demoró horas en rectificar). Gana también un cambio propagandístico que comenzará a explotar con excelentes resultados a su favor: las muertes por tratar de escapar de la Isla no son culpa de él, sino de Washington.

Entre los años 1994 y 1995 se producen una serie de cambios económicos que en el campo internacional facilitan la inversión extranjera y convierten a Cuba en terreno fértil para capitalistas audaces. Quienes ahora se oponen al embargo no son estudiantes aguerridos que con pancartas del Che salen a la calle —en cualquier país— a desafiar al "Imperialismo yanqui y sus lacayos", sino ejecutivos de grandes empresas. Dentro de Cuba las medidas económicas son hechas a contrapelo —como los mercados campesinos abiertos el 17 de septiembre de 1994, 42 días después de los sucesos del 5 agosto— y limitadas: siempre cuidando que los cambios no desencadenen transformaciones sociales y económicas fundamentales. También durante esos años, y en el ámbito internacional, se multiplican los esfuerzos negociadores, impulsados por dos razones primordiales: la permanencia de Castro en el poder y el ansia en la búsqueda de ganancias. En igual sentido, los capitalistas estadounidenses comienzan a exigir su pedazo del pastel.

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