Viernes, 24 enero 2003 Año IV. Edición 541 IMAGENES PORTADA
Semblanzas
Un añejo pianista

Tras aproximadamente 30 años de silencio, 'Bebo' Valdés resurge en la película y el disco 'Calle 54'.
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid Parte 1 / 2
Bebo
'Bebo' Valdés besa su Grammy al recibirlo de Nat Chediak
(Pedro Portal)

En el año 2000 el realizador español Fernando Trueba exhibió su película Calle 54, dedicada a lo que suele llamarse Latin Jazz o jazz latino. En el estuche con dos CD titulado también Calle 54 se puede escuchar, entre otras muchas interpretaciones de primerísima calidad, un soberbio dúo entre un contrabajo (pizzicateado y con arco) y un piano. El tema es, nada menos, Lágrimas negras, el clásico y primer bolero-son de Miguel Matamoros, desmenuzado y recompuesto con un lirismo y una fuerza que pareciera obra de dos jóvenes intérpretes ansiosos por demostrar todas sus potencialidades. Pero no, son Cachao López y el octogenario Bebo Valdés, que resurgía como estrella, tras aproximadamente 30 años de silencio.

Antes de Calle 54, el añejo pianista había reaparecido en un disco producido por Paquito D' Rivera en 1994, titulado Bebo Rides Again, en el que el gran maestro demostraba que los años le habían dejado una huella similar a la que dejan en los mejores vinos, depurando su quehacer y eliminando todos los sabores innecesarios. En Bebo Rides Again apareció acompañado por una nómina de lujo: Paquito D' Rivera, saxo alto y clarinete; Diego Urcola, trompeta y fliscornio; Juan Pablo Torres, trombón; Joe Santiago, bajo; Carlos Emilio Morales, guitarra eléctrica; Patato Valdés, Gabriel Machado y Gerardo Rosales, percusiones; y Amadito Valdés, timbales.

A diferencia de la gerontofilia desatada por Buena Vista Social Club, la Vieja Trova Santiaguera y Compay Segundo, no se trataba de un producto de museo, en el que se repetían viejos sonidos que habían tenido protagonistas muy superiores (como los Matamoros), sino de una aventura novedosa, en la que participaban músicos de diversas generaciones, que se ponían de acuerdo para sorprendernos con resultados que nunca antes habían sido.

A partir de entonces, las sorpresas de Bebo Valdés se han multiplicado: colaboraciones con su hijo Chucho, con Cachao López y otros muchos regalos que lo han situado de lleno en la contemporaneidad.

Ramón es su nombre casi desconocido y le fue otorgado en Quivicán, acaso el mismo día de su nacimiento, el 9 de octubre de 1918. En el mismo Quivicán comenzó sus estudios de música, con Moraima González, que complementó en La Habana con cursos de armonía y composición, con Oscar Boufartique. A partir de la década de los cuarenta, comenzó su espectacular carrera como pianista en diferentes orquestas, entre las que hay que destacar la de Julio Cueva y la de Tropicana, donde permaneció durante más de 10 años.

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