Coincido, pues, con Iván de la Nuez (La Balsa Perpetua, Editorial Casiopea, Barcelona, 1998) cuando advierte que en los últimos años lo cubano ha ido superando la bipolaridad Miami-Isla, pues hay enclaves de lo nuestro en los países más disímiles. De ahí que la palabra diáspora comience a usarse con más frecuencia que la palabra exilio, pues resulta más apropiada para designar una pluralidad no sólo espacial, sino también política, que incluye desde la Gran Duquesa de Luxemburgo hasta organizaciones típicamente anticastristas o hasta intelectuales que, bien apoltronados en las democracias occidentales, defienden más o menos implícitamente la agenda de turno de La Habana. La ecuación ahora se plantearía así: Cuba = 1 + 2 + 3 (Pequeños enclaves de cubanos en los lugares más disímiles del globo).
Es verdad que, en menor medida, la dispersión siempre estuvo presente: piénsese, por ejemplo, en la poeta y pintora Mireya Robles en Sudáfrica; en Bebo Valdés tocando su versión de La Comparsa o su Pan con Timba en su casa sueca; en Eduardo Manet, habitando un París distante del enclave latinoamericano, escribiendo novelas cubanas y obras de teatro en el mejor francés; en Belkis Cuza Malé editando la revista Linden Lane Magazine desde la remota Texas. Sin embargo, nunca este fenómeno alcanzó las dimensiones que tiene hoy. Nunca hubo tal atomización de isleños dispuestos, a pesar del aislamiento, a mantener su "cubanidad".
Pero nuestra ecuación todavía admitiría una nueva suma, más interesante que las anteriores, por su ausencia de precedentes: la territorialidad de la Cuba virtual. No se trata ya de lugares remotos, sino de la más que global, ubicua dimensión cibernética. El uso abundante de metáforas geográficas por parte de la red informática no es gratuito; se supone que el usurario irrumpa en una realidad espacial paralela, que viaje de dirección en dirección, que entre en un salón de charlas donde socializa, grita, miente, se confiesa y se larga "ciber-tirando" la puerta, etc.
Los cubanos, naturalmente, también nos hemos apropiado de esta nueva realidad. Basta escribir el nombre de nuestro país en un buscador y ordenar la pesquisa para que aparezca una lista enorme de destinos nacionales, desde un costumbrista "test" de cubanidad hasta la nueva revista literaria El Ateje; o, cruzando el espectro ideológico, desde Granma Internacional hasta Cubaencuentro, Cubanet, Cuba Nueva o La Nueva Cuba. Se pensaría que se trata de simples canales de información, pero sabemos que es mucho más que eso: para un gran número de cibernautas, los "sitios" ya no son meros instrumentos o representaciones de lo real, sino la realidad misma. Para los exilados que somos usuarios de Internet, los "espacios" sobre lo nacional han devenido en algo similar a lo que hace más de cien años nuestros compatriotas llamaban "La República en Armas": una entidad de dimensión utópica, que no tenía correspondencia con todo el territorio, pero se adelantaba al momento histórico de su posesión. Al menos en muchas de estas "provincias virtuales" se vive desde ahora el espíritu de libertad que la Isla tanto necesita.