| Carta a Césare Lombroso |
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| por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona |
Parte 3 / 3 |
¿Regresamos al estigma? ¿Nos ataviamos de atavismos? Hay una frase suya que me gusta mucho, que me alborota, que me roza el gran simpático. Es ésta: "El criminal nato es un imbécil moral y un epiléptico". Qué bueno Lombro, eso es saber resumir. Vuelvo a pensar en las fotos de que le hablé. No le puedo asegurar que los mozalbetes airados del daguerrotipo padezcan de epilepsia, aunque los vea luego en el Salón Rosado entonando culturalmente los tendones. Ya en lo de su moral, ni me meto, que puede ser doble o múltiple, o haber aterrizado sin la sombra de ella. Y el calificativo de coprófagos es exacto.
Todos esos descubrimientos suyos los basó en algo —también discutible— llamado fisiognomia, que no es más que nuestra vulgar y simple fisonomía. La vieja mía era mala alumna de ello, pero se acercaba mucho a su idea primaria. Ella jamás se acordaba de nadie por lo fisonómico, aunque diez minutos atrás hubieran caído juntos de un piso 30. Pero tenía un ojo certero para la etiqueta. Cuando decía: "Ese tiene cara de llamarse Manolito", juéguesela al canelo que era un Manolo, aunque le hubieran bautizado Leonardo.
Retomo y ombligo, mándese un trago. Bajándome ese ladrillo de su autoría, L´uomo delinquente o El hombre criminal, publicado en 1876, que pudiera parecer una biografía de Pepe Stalin o de su alumno más caribeño, supe resumir su ideota fundamental, lo que en cualquier piloto habanera de los 80 se discutía con mucha profundidad. Me refiero a los atavismos y esas anomalías nombradas como stigmata o estigmas, que: "se expresaban en la forma o dimensiones anormales del cráneo, la quijada, la asimetría de la cara, pero también en otras partes del cuerpo". Hum. ¿En otras partes del cuerpo también? Me suena. Dale manguera por dentro y etcétera. No sé por qué regreso al Salón Rosado de la Tropical, que hay mucho material bajo la música. Y me pongo a cantar, para mis adentros "ajá, ajá, ajá, el perico está llorando". La población penal en mi país tiene una nocturnidad unánime. Y son muchos cantidad. Tanto, que sería mejor decirle "población panal", por no confundirla con la que aparentemente está afuera de las rejas. Esa es penal también. Vive entre penas. Gloria se fue del país.
Por eso le dije que no toda la música suena como se canta. Usted se desiquiatrizó el 19 de octubre de 1909, en Turín. Faltaba mucho para que en mi país la gente se volviera más atávica. Los he visto ahora poner caras de Jack el Destripador viendo el Noticiero Nacional de Televisión, leyendo una cosa ahí a la que le dicen prensa —por aplastada, me digo yo— y atrapados por la oblonga y vacía redondez de unas mesas teatrales. Y ante otras mesas, las propias, limpias de polvo y paja, dejar que el maxilar o marímbula los convierta en pitecantropus erectus por culpa de otros pitecantropus falsamente electus. Y la asimetría es gástrica, o mucho más de alma, cuando los antes picarones ojos se olvidaron del mambo, y recuerdan la escena de Romeo y Julieta en el balcón, vigilando al hablar si alguna guataca insana y sospechosa se les apareja. No por eso clasifican como criminales de su tabla. O tal vez sí. Porque al querer dispararse un buchito de café, ver su "ausencia quiere decir olvido", o escuchar la misma eterna cantaleta, la fajazón mental del orate verde, puede que ahí mismo se les ponga nato el tigre, con mucha pasión, insanísima pasión. Que una ocasionalidad repetida hasta el delirio te perfila el bate para aplastar lo que se te ponga en el home. Y la gente se cansa de las inútiles rectas de humo. Hay unas ganas de fonguear al pícher, al manager y a la pelota, contra las cercas del nuevo manicomio, que el primate anda a flote.
Muy estigmatizado y fisonómico
Ramón
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