| Carta al Cucalambé |
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| por RAMóN FERNáNDEZ LARREA |
Parte 1 / 3 |
Decimero nativista Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, Cucalambé:
Lo primero que me asombra de usted es la largura de su nombre. Luego el apodo de apodaca que supongo un toponímico con olor a casabe y totuma. Para meterle a la espinela es bastante frondoso eso del Nápoles napolitano que viene a la caja con el otro. Suena a camorra por los cuatro costados. Los napolitanos están siempre fajárdose con todo el mundo. Y ya lo de Cristóbal es como una piedra en el calzoncillo, que la gente de su época colaba de ñapa para marcar territorio halándole leva al Almirante. Tal vez fue esa sombra la que le marcó para siempre en la vocación de hablar guano de murciélago del paisaje insular. No sabe el daño que nos hizo Cristóforo con su miopía descubridora. Siglos más tarde, con gente que hace sobrehumanos esfuerzos para destimbalar el entorno, aún nos seguimos tragando la raspadura de la belleza que nos rodea. Y eso que hasta los rusos hicieron su embajada. Pero los humanos somos así de aferrados y estrábicos.
También me asombra la movilidad que se tenía allá en los Orientes en la época en que usted nació. Claro que los mambises pusieron la ruta difícil más tarde, y no era juego andar de mamoncillos a camarones, y de rayadillos a insurgentes, así como así. Usted sin embargo aprovechó la calma y se hizo bucólico, que a mí me suena a enfermedad. No fue presidente de los Bucólicos Anónimos por pura casualidad, porque metía guataca en El Cornito en Tunas de Bayamo, donde lo habían soltado para integrarse al paisaje el primero de julio de 1829, y porque salió del anonimato lanzando espinelas en El Fanal de Puerto Príncipe —que era como se conocía al Camagüey antes de los tinajones— en 1845. Fíjese que el próximo brinco lo dio con el familión para vivir todos bucólicamente en Santiago de Cuba, cuando encontró una pinchita de pagador de obras. O los amarillos funcionaban bien, o había gasolina para la diligencia. Sospecho que Vicente García le tuviera cierta roña por el cambieteo provincial.
Entonces le dio por la metáfora octosílaba, y era repentista de repente sin pasar por el Instituto Superior de Arte ni nada. Y lo peor es que le publicaban sin diploma. Y para embarajar la jugada, pues siendo blanco y de buena familia dueña de un trapiche y todo, no iba a andar por este mundo señalado por los vecinos como "el haragán que hace versitos", que eso da mala fama y espanta las morocotas, se dejó un chivito ahí en el mentón, y con pinta de cantante de la Casino de la Playa empezó a soltar estribillos siboyenistas a diestra y siniestra. Cosas bailables como esto de "ven, chinita, que ya empieza/ a madurar la guayaba", que uno no sabe si es delirio cariñoso o incitación al shop suey o al arroz frito.
No voy a meterme en camisa de once varentierras, analizando sus disparates idiomáticos, que los que han decidido luego vivir de usted y de la Flor de Virama califican como "aportes al lenguaje", cuando sólo eran cañonas para que no le cojeara el verso amigo. Pero me eriza leer todavía eso de "y sobre las palmas viejas/ alterosas por demás"; aquello de "aguas fecundantes" y lo de "gozan las dúlcidas, calmas" que se repite con "canta con dúlcido afán/ el guajiro en su bohío", que a esta altura se me hace subversivo al ver cómo está el fufú. No concibo que un guajiro en su bohío esté cantando aún con "dúlcido afán", a menos que haya vendido un puerco en dólares o esté privado de a viaje y no se pierda una reunión del ANAP.
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