| Hoy como ayer |
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| Una obra —la de la 'revolución'— para asombrarse o morirse de risa. |
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| por ARNALDO RAMOS LAUZURIQUE |
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Hay frases, giros, costumbres, que a veces valen tanto como un ensayo erudito y ayudan a comprender una época:
"La de atrás viene vacía". Un cubano actual, menor de 50 años, se sorprendería si en una parada de guaguas alguien deja pasar una de ellas, suponiendo que la de atrás pueda venir no ya vacía, sino un poco menos atestada. Nunca ha visto una guagua o cualquier otro transporte similar vacíos, a menos que estén rotos.
"Marianao, ciudad que progresa". La frase, pronunciada ante un grupo de personas de Marianao o zonas aledañas, desataría sonoras carcajadas. Hoy la gente viaja a ese lugar sólo por tres motivos: vive allí, trabaja allí o se equivocó de ruta. En los dos primeros casos hasta que logra trasladarse (algo muy difícil) y, en el último, nunca más.
Muy pocos conocen que Marianao fue la segunda ciudad de Cuba, y que exista un sinnúmero de amplísimas vías que enlazan esa localidad con La Habana resulta, para la mayoría, tan enigmático como los muñecones de la Isla de Pascua.
"Échale salsita". El famoso son de los años 30 del Septeto Habanero relataba la costumbre de salir de La Habana hacia Catalina de Güines, nada más y nada menos que para comer las famosas "butifarras del congo". A nadie hoy se le ocurriría una aventura tan descabellada, ¡con lo malo que está el transporte! ¡Ni a coger centenes!, diría cualquier habanero. Además de que ni siquiera hay butifarras.
"El pantalón de mecánico". A un joven actual, que tiene que comprar un pitusa o jeans en una shopping —con mucho sacrificio—, cuesta trabajo explicarle que 45 años atrás a ese atuendo se le llamaba en Cuba "pantalón de mecánico", y se usaba para embarrarlo de grasa, no para salir a pasear.
"Una comida de gente rica". Hay un plato del que todos los cubanos han oído hablar, pero que muy pocos de los que viven en la Isla han comido. Contiene entre sus principales ingredientes tasajo, gallina, falda de res, masas de puerco, aguja de puerco, mazorcas de maíz tiernas, malanga amarilla, malanga blanca, ñame, plátanos verdes, plátanos maduros, boniatos, cebolla, ajo, ajíes, limones, puré de tomate, grasa, condimentos, etc. Si no se menciona su nombre, quien oiga esta relación dirá que es imposible simultanear semejantes ingredientes, y que debió ser un plato de gente rica. Desde luego que se trata del criollísimo y humilde ajiaco.
"Chenche por chenche". Contrariamente, un cubano anterior a 1959 se sorprendería si tuviera que cambiar moneda nacional por dólares —como no fuera para realizar una visita al exterior—, o le asombraría saber que se necesita dinero foráneo para comprar, viajar, vacacionar e infinidad de otros eventos dentro del país, donde la moneda nacional no circula libremente.
También le extrañaría ver a alguien —que no fuera un indigente— dedicándose a picar cigarros, y que hubiera que trasladar un televisor roto en una carretilla hacia "el consolidado", en lugar de llamar a la agencia reparadora.
Más le pasmaría que la gente apenas comiera carne, es decir, carne de res (la carne por antonomasia). Antes de 1959, por lo general, el pollo se comía los domingos, el pescado los viernes, el puerco los días de fiesta y la carne (la de verdad), los días restantes. Las otras carnes exóticas eran para los excéntricos.
Más aún le sorprenderían las frases: "llegaron los mandados", "sacaron cubos en pesos cubanos", "vino el picadillo de soya", "vino la papa, pero no nos toca".
Le dejarían boquiabierto los planes de la Revolución:
Plan Camarioca (hay, pero no te toca).
Plan Guanajay (te toca, pero no hay).
Plan Turquino (te toca, pero no vino).
Plan Manatí (vino, pero no es pa' ti).
Y el último, el de después del ciclón:
Plan Michelle (lo que queda es para "él").
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