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Benny Moré
JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid Parte 1 / 2

¿Qué se puede decir de Benny Moré que no haya sido dicho? Porque mencionar que nació en Santa Isabel de las Lajas después de "Lajas mi rincón querido, pueblo donde yo nací…", es superfluo y que se llamaba Bartolomé Maximiliano Moré es algo que todos conocen. Que vino al mundo el 24 de agosto de 1919 está en la página 301 del Diccionario de la música cubana, de Helio Orovio (Ed. Letras Cubanas, La Habana, 1992) y su grandeza es tal, que muchos consideran que, como Gardel, cada año que pasa canta mejor.

Benny Moré

Y sin embargo, uno siempre termina preguntándose si de verdad se conoce del todo su maravillosa intensidad.

Cristóbal Díaz Ayala señala en Del areíto a la nueva trova que paradójicamente fue rebautizado por el pueblo como El bárbaro del ritmo, cuando en realidad fue el bárbaro de la melodía. Son pocos los que discreparían con la afirmación de que ha sido el cantante más grande que ha dado Cuba. Y eso, caballeros, es mucho decir. Además, no sólo fue eso, así que empecemos:

Cursó sus primeros estudios musicales en el barrio negro La Guinea, de su pueblo natal. Fueron sus maestros involuntarios los tamboreros y coros que presidían las ceremonias de la Regla de Ocha y de Palo Monte, a las que acudía siempre que podía. Años más tarde, la familia se traslada a Vertientes, Camagüey, donde se ganó la vida como pudo, mientras continuaba sus estudios, en este caso cantando con grupos locales.

En 1940 decide pasar hambre en La Habana e intentar triunfar en lo que sabe es su destino. Consigue ambas cosas plenamente y en orden cronológico. Lo primero que encuentra es la posibilidad de cantar en los cafés al aire libre por una propina. Pero poco a poco comienza a hacerse conocido en los medios profesionales y tiene la suerte de que Miguel Matamoros afrontara problemas con su voz, así que lo contrata eventualmente para grabaciones y, por último, decide llevarlo a una gira a México, donde encuentra, definitivamente, su destino e, incluso, el nombre que lo hará inmortal. Porque Bartolomé era nombre imposible y Bartolo —su apócope natural— es como llaman los mexicanos a los asnos. Por otra parte, Maximiliano les recordaba al tristemente célebre emperador, de modo que Miguel, medio en broma, medio en serio, le sugirió ser simplemente Benny Moré.

Los Matamoros regresan sin Benny, que todavía no es El Benny, pero que puede ganarse la vida como cantante durante 10 años con diferentes orquestas como la de Mercerón y la de Pérez Prado, ambas radicadas en México. Y aunque su trabajo con el creador del mambo no fue permanente, sí fue intenso y dejó una huella perdurable: el interés de Benny por las orquestaciones tipo jazz band y el profuso empleo de los instrumentos de viento.

Hasta la aparición de este prodigio, los cantantes cubanos tenían dos formas de trabajar. Una de ellas era formar parte permanente de una orquesta (Abelardo Barroso con la Sensación, Tito Gómez con la Riverside, Miguelito Valdés con la Orquesta Casino de la Playa o Miguelito Cuní con el Conjunto de Félix Chapottín). La otra alternativa era cantar con diferentes formaciones o acompañantes que se ponían en función de la estrella, ya sea para grabar o para actuaciones en radio, televisión o en vivo. Así ocurrió con María Teresa Vera, Orlando Vallejo, Omara Portuondo, Elena Burke y tantos otros.

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