Martes, 30 julio 2002 Año III. Edición 420 IMAGENES PORTADA
Economía
Reforma o muerte

El régimen encarece los productos en dólares a costa del ya menguado poder adquisitivo de la población. ¿Neoliberalismo? ¿Castrismo? ¿Más de lo mismo?
por DIMAS CASTELLANOS, La Habana Parte 2 / 2

Para intentar paliar la escasez de divisas, y en lugar de emprender los cambios estructurales requeridos, el régimen acaba de implantar una alteración de precios en los artículos de alto consumo que se traduce en su encarecimiento. El aumento entre un 10% y un 30% a los productos que se expenden en dólares constituye una medida peligrosa en un contexto donde el costo de la vida en un mes—sólo para sobrevivir— alcanza unos 1000 pesos per cápita, mientras el salario promedio no sobrepasa los 240 (menos de 10 dólares) y las prestaciones sociales son insuficientes.

Esa no correspondencia entre salario y costo de la vida desplazó hace tiempo al trabajo como forma principal de ingresos y su lugar ha sido ocupado por el "robo" al Estado y otras formas de sobrevivir al margen de la ley.

La rebaja de precios a un limitado número de artículos de primera necesidad y el aumento a una gran cantidad de otros que no se consideran como tales —entre ellos la carne de res, el queso, prendas de vestir, desde los zapatos hasta la ropa interior de niños, mujeres y hombres, el combustible, efectos electrodomésticos como los ventiladores, imprescindibles en un país tropical, etc.— significa un empeoramiento radical de la ya insostenible situación económica de amplios sectores comparable, por su efecto, a las medidas "neoliberales".

La insistencia de resolver por la vía de la circulación lo que corresponde a la esfera productiva constituye, ante una situación tan crítica, una amenaza directa a la estabilidad del país. Se impone, más que nunca, el realismo en aras de salvar la nación. Ha llegado la hora de abandonar el argumento de la amenaza externa para mantener congelados los cambios al interior. Hay que emprender el camino de las reformas con urgencia. Para ello el régimen cuenta con el poder y la autoridad necesarias; el pueblo carece de los mecanismos y las instituciones civiles con que demandarlos. De esta situación no se puede seguir abusando.

Se requiere de un proyecto coherente de reforma económica que modifique la actual estructura de la propiedad, cuyo fundamento político debe ser la pluralidad y la oportunidad de participación, garantizados por el pleno ejercicio de las libertades públicas e individuales.

El fin deber ser crear y fortalecer la capacidad empresarial de los cubanos y su derecho a participar plenamente en la economía nacional. Las bases están echadas. Las posibilidades institucionales y teóricas de las reformas de 1993 continúan, hasta hoy, abiertas. O tienen lugar cambios o se hunde el país.

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