Lunes, 15 abril 2002 Año III. Edición 344 IMAGENES PORTADA
Economía
Lirismo y economía

De la poética anticapitalista a la realidad del capitalismo: ¿Qué hacían cuatro premios Nobel en el IV Encuentro de Globalización y Problemas del Desarrollo celebrado en la capital cubana?
por MANUEL CUESTA MORúA, La Habana  
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La izquierda lírica de La Habana tiene todavía muchos recursos encantatorios. Es capaz de lograr lo que nunca alcanzó a realizar, ni siquiera ofreciendo un magnífico vodka en sus perfectas dachas, la izquierda más gris de la ex Únion Soviética. ¡Que el Zar la tenga en su gloria!

Cada cierto tiempo, nuestra izquierda de coro redoblante logra reunir, a veces en una sucesión agitada de semanas —generalmente en La Habana, "la capital de las ideas"—, a un significativo número de sociólogos, maestros, médicos, odontólogos, periodistas y un largo etcétera, de los más disímiles lugares del mundo.

El espacio se le concedió, por último, a los economistas. Porque nuestra izquierda lírica siente una curiosa obsesión por lo que más detesta: la economía. Si Marx solía quejarse de que nadie había escrito tanto sobre una materia con los bolsillos siempre vacíos —precisamente sobre economía— y Engels fue su testigo excepcional, las autoridades cubanas se despachan con velocidad teórica alrededor de un asunto que sólo logran entender en los términos de Santo Tomás de Aquino.

Y esta vez, en el IV Encuentro de Globalización y Problemas del Desarrollo, hicieron aterrizar en el aeropuerto José Martí, de la Perla de las Antillas, a cuatro premios Nobel de la ciencia que más inexactamente coincide con la canasta básica de los cubanos. Envidiable capacidad de seducción.

Se imaginarán qué alturas en el debate. Cuatro premios Nobel, unos funcionarios del FMI y otros del Banco Mundial, una tropa de economistas de todas las banderías y un intelectual hispano-francés que siente una atracción foucaultianamente irresistible por la propaganda bulliciosa de los trópicos, conversan sobre las tendencias de la globalización, qué hay que hacer para desarrollarse, los espasmos del neoliberalismo, los casinos de la economía y el vuelo raso de los capitales golondrinas.

¿Para qué? A ciencia exacta nadie lo sabe. En términos de planificación socialista, se está a punto de cumplir, con éste, el plan quinquenal de encuentros de economistas, pero no se ven por ningún lado los resultados aplicables de las —se supone— interesantísimas discusiones del "Consenso de La Habana". Estos encuentros guardan con la economía de Cuba la misma relación que tiene la movilidad de capitales en el mundo con la economía real: una relación meramente especulativa.

Reuniones de semejante calibre deberían producirse para algo más que el lirismo ideológico. Pero sucede que la poética antineoliberal es la semilla y la cosecha de la izquierda lírica de La Habana.

La conclusión que sobrevuela sobre la capital, en los periódicos que más parecen gustarle a Ignacio Ramonet —Granma y Juventud Rebelde—, es la de que al capitalismo sólo le quedan, diría Andy Warhol, 15 minutos de fama.

Lo cual es una tomadura de pelo a la opinión pública de la Isla.

El canto a la derrota en toda la línea del capitalismo es una proyección del deseo que lleva más de cuarenta años repitiéndose en todas las cátedras de nuestras universidades, en todos los púlpitos públicos de nuestras ciudades, en todos los hogares de Cuba sin que ningún cubano haya podido todavía llevar a cuestas su cadáver y ponerle flores de recordación maldita en su tumba.

Por el contrario, y ésta es una relación especulativa inversa, mientras más se le dan patadas al capitalismo por la puerta delantera de la casa, más se tira de él, y con lazos de seda, por la puerta de la cocina.

Cuba ya no es el traspatio del imperialismo yanqui. Se está convirtiendo poco a poco en el traspatio de la economía norteamericana. Para gusto y disgusto de muchos cubanos. Y no se trata de una verdad teórica: la anterior afirmación es una verdad evidente por sí misma, como diría uno de los Padres Fundadores de aquella nación. Por donde, y en términos conclusivos, la idea más ajustada a la realidad sería: el capitalismo va a morir y afortunadamente nos lleva consigo. Algo con lo que no hay que estar necesariamente de acuerdo, aunque se corra el peligro de negar la realidad.

Hay una cierta perversidad en la galería intelectual de la elite cubana, que se empeña en negar los gatos pardos que esconde en su cuarto: desde los libros que verdaderamente le interesan, pasando por los vinos que más degusta, hasta llegar a las canciones que más susurra. Y éstas nada tienen que ver con el poemario de nuestra izquierda lírica.


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