| El maestro de las llaves |
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| Filiberto Azcuy: el rey de la lucha libre en los 69 kg., listo a asaltar el olimpo en las próximas Olimpiadas de Atenas. |
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| por JORGE EBRO |
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A Filiberto Azcuy sólo le faltaba el título de campeón mundial para tener en su vitrina todos los premios que un luchador grecorromano puede obtener. Su reciente triunfo en la cita del orbe disputado en la ciudad griega de Patras lo ha reafirmado como el mejor deportista en su especialidad a nivel internacional y, por mucho, el mejor de la Isla de todos los tiempos.
Azcuy tuvo que vencer verdaderos obstáculos como los turcos, los rusos y los iraníes para poder colgarse al cuello la medalla dorada. Luego de tres combates eliminatorios y uno en la fase semifinal, fue muy superior técnicamente (4-0) al moscovita Alexei Glouchkov, medallista de bronce de los Juegos Olímpicos de Sidney 2000.
Bicampeón en las olimpiadas (Sidney y Atlanta 1996), el camagüeyano ha sido el rey de la categoría de los 69 kg desde hace buen tiempo. Sin embargo, el oro mundial se le había escapado en varias ocasiones y debió de conformarse con lugares más bajos en el podio de premiación. Ahora, en Grecia, la historia ha sido bien distinta.
Desde el primer combate, Azcuy salió dispuesto a no dar el más mínimo margen a sus rivales, porque en la lucha grecorromana un movimiento en falso pueda dar al traste con la mejor demostración técnica. De ahí que estuviera siempre delante en la pizarra.
Su triunfo no sólo lo convirtió en campeón mundial, sino a toda la delegación cubana que, con 54 puntos, terminó en la primera plaza por delante de los archicampeones de siempre: Rusia (38) y Estados Unidos (30). Ya en la anterior cita, la mayor de las Antillas había finalizado segunda, a dos puntos de los gladiadores rusos.
Además de Azcuy, también obtuvieron medallas el novato de los 97 kg, Ernesto Peña, quien cayó en la discusión del oro con el ruso Alexander Berutchkine; y los representantes de las dos primeras divisiones, Lázaro Rivas (54 kg) y Roberto Monzón (58 kg), que terminaron con los metales bronceados.
Cuba pudo haber obtenido otra medalla a manos del veterano Juan Luis Marén. Pero el santiaguero tuvo que conformarse con el cuarto puesto al caer en la discusión del bronce en tiempo extra ante el israelí Michael Beilin.
Fue un mundial extremadamente parejo. Ninguna representación pudo llevarse más de un título. Ocho países vieron coronarse a un hombre de su delegación: Rusia, Armenia, Suecia, Georgia, Uzbekistán, EE UU, Irán y Cuba.
Si Raúl Cascaret puso a la Isla en el mapa de la lucha al convertirse en el primer campeón mundial cubano, si Héctor Milián fue el primero en ganar una medalla olímpica (Barcelona 92), Azcuy ha sido el más consistente, el más completo. Estamos hablando de un hombre que seguramente irá en busca de su tercera corona en los juegos de verano en Atenas 2004, algo que sería una verdadera proeza deportiva.
Sólo el ruso Alexander Karelin, el llamado Oso Siberiano, tiene más de dos títulos olímpicos. Estamos hablando del mejor grequista en la historia de este deporte, porque posiblemente ningún otro luchador logre lo que este hombre, que se ha impuesto en cinco ocasiones. Sin embargo, una tercera corona de Azcuy lo situaría también en ese estrato al que únicamente se dirigen los inmortales.
El cubano todavía es joven y a su fuerza se une una madurez combativa que es motivo de elogio dentro de la prensa especializada. De Azcuy, seguramente, volveremos a saber. Su hambre de gloria no se ha apagado.
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