Presidio modelo |
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por C. E. D., Miami |
Parte 2 / 3 |
Los personajillos del libro concurren en una suerte de corte de los milagros, quitándole la "gracia" a la figura literaria "corte de los milagros". La astucia, el rencor, la picardía, la puñalada por detrás, el sigilo, la delación... Eso y sólo eso había. Una picardía corrompida hasta el fondo del alma. Y sin embargo la vida corriendo a raudales, como si el Presidio fuera la República en diminutivo.
En el Presidio eran frecuentes las estrangulaciones, la mayoría de las cuales se resolvían en forma de grupo. La enfermería y el pabellón de los tuberculosos eran buenos recintos para ese tipo de tareas.
Por el libro desfilan los nombres del Comandola Loys, el Cojo Estrada, Quijada (Guillermo Valdés Urdaneta, que "se suicidó" el 11 de julio de 1932), Cristalito, Cuchi Escalona, Cosita, el Hombre Mosca, el Chino Wong, Goyito (que despachó a los tres anteriores), el soldado Peligro, Bartolo, Puchito Álvarez, el Viejo Zacarías Lara, El Monito (que decía hablar todos los idiomas, "...un negrito, negro como pájaro negro, casi enano, de ojos pícaros y brillantes... Uno le decía: Monito, ¿tú hablas francés?... y respondía imperturbable con cualquier enredo de sonidos indescifrables"), Matanzas, Centella...
Un capítulo hilarante y a la vez desconcertante es el dedicado a Castells, La Filosofía de un farsante, donde se enumeran los proverbios que el jefe del Presidio peroraba en el comedor o en las galeras. Un preso se había dado a la tarea de reunir en un cuaderno las sentencias de Castells:
"El odio es consecuencia de la envidia, y ésta, la expresión de la incompetencia de los seres pequeños".
"El hombre es una máscara viva".
"La mujer es madre, esposa, hija; pero no esclava".
"La verdad se oculta temporalmente; pero no se pierde".
"Generalmente existe más sinceridad en la injuria que en la lisonja".
"Son los presidios y manicomios, terrenos abonados en que se desarrolla con exuberancia la literomanía".
De Castells se decía, según anotó el penado Reyna Leyva:
No aceptaba regalos de nadie.
Hacía una sola comida.
No fumaba ni bebía.
Se acostaba a las nueve de la noche, pero antes leía 45 minutos, siempre libros sociológicos y tratados de agricultura. Leía historia. Se levantaba a las cuatro de la mañana y volvía a leer y hacía ejercicios "Sueca".
Ponía sumo cuidado en todo.
Le molestaba toda clase de ruido.
Pegaba con frecuencia a su chofer.
Tenía la mirada dura y recelosa.
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