Viernes, 15 noviembre 2002 Año III. Edición 495 IMAGENES PORTADA
Cultura
La industria del acercamiento

¿Cómo el Ministerio de Cultura intenta neutralizar a la intelectualidad exiliada o disidente? El artista-funcionario: un jaque al descubierto del nuevo oficialismo cultural.
por ARMANDO AñEL, Madrid Parte 2 / 3

Gerardo Alfonso
Cantautor Alfonso

¿Cómo el Ministerio de Cultura intenta aproximarse a este conglomerado, cada vez más nutrido y competente, de intelectuales en la diáspora? "La industria del acercamiento" eclosionó, esencialmente, a mediados de los 90, y tuvo (tiene) entre sus principales blancos a la generación de artistas plásticos de los 80, que a principios de la última década se había desperdigado por medio mundo. "Cuadros" del PCC claves en el "frente" cultural, como Marcia Leiseca, Beatriz Aulé o Nicia Agüero —las cuales ocuparon puestos de decisión durante el boom de los 80 y, por tanto, gozan de prestigio profesional entre los pintores, con algunos de los cuales compartieron y comparten amistad—, despliegan una labor mediadora. En un contexto pespunteado por el rosa de la neurastenia, artista y funcionario (o artista y artista-funcionario) confluirán en un espacio cómplice: éste último se referirá a los "buenos momentos pasados" para enseguida recrear la voluble realidad isleña, porque las cosas en Cuba —dirá— ya no son como antes. Aquí se pasará a cerrar la venta; el paquete contemplará significativas oportunidades y/o insinuará tentadoras ventajas.

¿Qué hacía Nicia Agüero en la inauguración de la exposición de Tomás Sánchez celebrada en noviembre de 2001 en la galería Malborought de Madrid, sino intentar robustecer este "nuevo ciclo" en las relaciones entre el Ministerio y los plásticos? (es de dominio público el extremismo con que fue tratada, a escala oficial, la obra y la figura de Sánchez, a quien se expulsó primero de su magisterio en el Instituto Superior de Arte y luego se condenó a un ostracismo espartano).¿Qué hacía recientemente Lisette Vila, como presidenta de la Asociación de Cine y Televisión de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, predicando "tolerancia y entendimiento entre todos los cubanos" en la radio de Miami? (la misma artista-funcionario que en los 90 expulsó de una sala de la UNEAC, por sus cuestionamientos incómodos, al periodista independiente Olance Nogueras). "Creo que ahora mismo no hay una obsesión por la partida. Antes se trataba de salir de los límites de la Isla, de huir, pero ahora los artistas tienen maneras de estar dentro y fuera, de seguir amando La Habana y tener una proyección internacional", ha dicho —aunque no explicado qué maneras son esas o de qué madera están hechas— Menene Gras Balaguer, profesora de Estética en la Universidad de Barcelona. Ciertamente, pero la "industria del acercamiento" no se circunscribe a las artes visuales.

En la Isla, y fuera de ella, quienes ejercen como delegados gubernamentales gracias, fundamentalmente, a que sus obras alcanzan rango simbólico e influyen sobre la novísima trova y otros movimientos socioculturales cubanos, culebrean viento en popa y a toda vela. Gerardo Alfonso —premonitoriamente abandonado el look rastafari y con varios kilos de más—, por ejemplo, asume concienzudamente su nueva imagen "funcionarial", sobre la cual bromea; según él, en Cuba no hay límites, tampoco represión, cada músico puede componer y expresar lo que desee sin temor a la censura (siempre a medio camino entre la comedia y el melodrama, también es aleccionadora la carta dirigida al presidente mexicano Vicente Fox por un grupo de intelectuales cubanos —algunos de los cuales, incluso, mantuvieron en su momento una postura digna ante el régimen— el pasado mes de abril. La misma recrea aseveraciones que provocan vergüenza ajena, como las de que "el clima cultural de la Cuba de hoy se caracteriza por la más amplia libertad y creatividad y nada tiene que ver con la imagen distorsionada que se pretende promover en algunos medios de difusión", o la de que "el abrigo y sostén que reciben entre nosotros las múltiples formas de expresión artística y quienes las cultivan, constituyen un ejemplo de apego a los derechos humanos y a la diseminación cultural ilimitada"). Asimismo, Carlos Varela —firmante de la susodicha— se aplica más etéreamente a sus funciones extra-musicales. En sus por poco rutinarias escalas en Madrid, se reúne con sus brothers de Habana Abierta (ahora "escacha'os", puesto que no tienen discográfica), paga tragos, "comparte". Ya en esa cuerda, no deja de reprocharles las flacas retribuciones recibidas, que para colmo "ni canten ni compongan mejor que cuando radicaban en la Isla". Luego de asegurarse de que sus colegas no han criticado abiertamente a la dirigencia castrista, les promete villas y castillas: locales de ensayo —convenientemente equipados—, teatros, etcétera. Desde esta lógica se han organizado en La Habana conciertos como los de Kelvis Ochoa o el grupo rapero Orisha.

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