Viernes, 12 julio 2002 Año III. Edición 408 IMAGENES PORTADA
Cultura
Entre páginas de mujer

Según la Mistral, José Martí era hombre, mujer y niño en uno: Las memorias de Blanca de Baralt descubren éste, su costado más humano.
por EMILIO ICHIKAWA MORIN, Nueva York Parte 1 / 2
R. Martínez
115 repeticiones de Martí (Raúl Martínez)

Nada tiene de particular que un hombre cruce los límites de alguno de esos ámbitos que tradicionalmente llevan el rótulo de "interés femenino". Nada, en efecto, si esa trasgresión no se diera en el contexto de una cultura insólitamente machista y ese hombre no fuera el promotor de una guerra, elevado por su gente a los rangos de general, apóstol, héroe nacional y militar muerto en combate, merecedor de sendas estatuas ecuestres en el Central Park de New York City y en el Parque Central de La Habana.

Que Anaximandro reconociera haber sido a la vez niño y niña no asombra tanto, a fin de cuentas la especulación filosófica sobre la relación Ser-Pensar carga con algo de la dualidad unívoca del androginismo; pero conmueve que fuera precisamente José Martí quien rogara a Blanca Z. de Baralt, autora de las memorias El Martí que yo conocí (Las Americas Publishing Co. New York, s.f.), que le permitiera husmear en su ajuar de bodas como una amiga más.

Baralt, sin embargo, emplea las inclinaciones femeninas de Martí precisamente como argumento en favor de su estatura de "hombre superior", compleja especie que el mismo José Martí (proto)definiera en su conocido texto Nuestra América. La feminidad es un ingrediente del hombre de "alma grande", una dimensión que Baralt reduce a "conocimiento", sin alcanzar a evaluarla como condición antropológica, cosa que sí encontramos en la visión martiana (martiista, dice Baralt) de Gabriela Mistral.

Algunas incursiones de José Martí en zonas domésticas que el cubano promedio identificaría como "cazuelería", son consideradas por Baralt muestras de una vasta cultura ajena a lo frívolo, en el sentido más superficial de este término. Cuenta que cierta vez el autor de los Versos sencillos se le dirigió con visible afrancesamiento en términos de "Blanche", y le rogó, pocos días antes de su matrimonio, una licencia para revisar su trousseau. Así logro Martí sumarse al grupo de amigas que considerarían el ajuar de la novia: "Llegó y con mi madre y mis hermanas estuvo examinando, como un chiquillo, ropa, vestidos y sombreros, haciendo un fino comentario y poniendo nombre a muchas cosas" (p. 44).

Imagínese a Martí, tan incontenible e incontenido en lo verbal, liderando aquella reunión de membresía predominantemente femenina. Véasele haciendo el comentario definitivo, ofreciendo consejos y proyectando hacia lo trascendental lo que debió ser juicio oportuno y grácil. Recuerda Blanca Z. de Baralt en su libro que al cabo del tiempo todavía Martí reconocía las prendas que en aquella ocasión había renombrado, y se atrevía a hacerle observaciones sobre el "sobrerito casto", el "vestido discreto" o el "abanico perverso".

A diferencia de muchas de las visiones que de Martí nos han legado sus colegas literarios, sus correligionarios políticos y compañeros de conspiración, el libro de Blanca Z. de Baralt aporta la afirmación humana de una amiga que le trato vestalmente durante años en su exilio neoyorquino. De ahí que la lectura de este singular documento resulte imprescindible para comprender al hombre que tantas admiraciones y exaltaciones ha traído a la vida política cubana. Igual que el detalle porta a veces la clave de la totalidad, el individuo carga con el secreto de la historia; todavía más si esa historia es la cubana, donde el sentimiento es el móvil y el interés familiar el partido en pugna.

De Martí dice Baralt que era tierno, fiel, delicado, agudo, cortés y que "no tenía aire marcial". En lo físico, nos ofrece de él una suerte de retrato hablado a la altura de los veinticuatro años: "... era de mediana estatura, delgado, flexible, con ojos soñadores que de repente brillaban con fuego sorprendente; su boca era sensitiva y seductora su voz. Era sumamente simpático y tenía, sea dicho de paso, mucho partido con las damas" (p. 26).

Todo lo afirmado resulta, por supuesto, sumamente creíble. Sí hay, empero, una duda importante, y es la que se refiere a la llamada "simpatía" de José Martí. En sentido general el Martí que nos ha sido legado destaca por su solemnidad, por su trascendentalismo y misionerismo apostólico; por eso, en sentido estricto, crea más distancia que "simpatía", que es una suerte de identificación, de aceptación por proximidad.

Salto a cont. Siguiente: Baralt... »
1   Inicio
2   Baralt...

Imprimir Imprimir Enviar Enviar

En esta sección

Cintio Vitier: Interpretaciones
LUIS MANUEL GARCíA, Sevilla
Talento, gracia y sacrificio
NATALIA BOLíVAR, La Habana
Plácido: poeta forjador de cubanía
DIMAS CASTELLANOS, La Habana
Carne de broma
VíCTOR MANUEL DOMíNGUEZ, Santiago de Cuba
Borrón y cuento de caminos
RAúL RIVERO, La Habana
Ta Makuende Yaya: el San Antonio africano
NATALIA BOLíVAR, La Habana
NOTICIERO
SOCIEDAD
ECONOMÍA
CULTURA
los libros
el criticón
el caldero
INTERNACIONAL
DEPORTE
MÚSICA
OPINIÓN
DESDE...
ENLACES
Chat
ENTREVISTA
Cartas
BUSCADOR
Galeria
Hoja
EDICIONES
» Actual
« Anterior
» Siguiente
Seleccionar
D:  
M:  
A:  
   
Animales
 
 
PORTADA ACTUAL NOSOTROS CONTACTO DERECHOS SUBIR
 
© 1996-2003 Asoc. Encuentro de la Cultura Cubana.