Viernes, 12 julio 2002 Año III. Edición 408 IMAGENES PORTADA
Cultura
Ta Makuende Yaya: el San Antonio africano

Orígenes y peculiaridades del culto a esta deidad, venerada en la localidad habanera de Quiebra Hacha.
por NATALIA BOLíVAR, La Habana Parte 1 / 2

En Quiebra Hacha, Pinar del Río, existe una deidad que ocupa sitio prominente en la devoción popular y cuenta con su propio lugar de adoración. Se trata del San Antonio africano, rarísima talla de madera negra de 37 centímetros de alto. Sus devotos lo han vestido con finas ropas blancas o moradas, cubriendo su cabeza con un turbante. Carece de ojos, en cuyo lugar el escultor hizo dos pequeños agujeros. Su nariz es más bien alargada. Una vez al año, en la madrugada del 13 de junio, un devoto lo baña con aceite. Parece que esta tarea nunca ha sido realizada por una mujer a pesar de que han sido las mujeres quienes tradicionalmente han cuidado el templo y de que sobre todo una, María Pedro, puso extraordinario empeño en "cristianizar", por así decirlo, a este santo africano no canonizado por la Iglesia Católica, y por extender su culto, lo que logró sin mucho esfuerzo, pues la imagen venía acompañada de antaño por las anécdotas de sus numerosos milagros.

La capilla dedicada a San Antonio fue edificada a finales de los años 50, en virtud del esfuerzo del pueblo de Quiebra Hacha. El trabajo de construcción duró casi un año. Cientos de peregrinos de todo el país concurren a ella el 13 de junio. Especialmente bien recibidos son los niños, a quienes agasajan con todo género de regalos. Ese mismo día, se servía la que llegó a conocerse popularmente como la comida de San Antonio, colocada sobre hojas de plátano en el piso de la capilla.

Ese día se efectuaba también una imponente procesión, que salía de la capilla con la imagen en andas, acompañada del estandarte de San Antonio de Padua, santo franciscano cuya devoción llevaron consigo los portugueses que colonizaron el reino del Manikongo, y cuya identificación con esta talla de ébano María Pedro se encargó de reforzar tras visitar Roma y entrevistarse —según cuentan las crónicas de Quiebra Hacha— con el Papa Pío XII, a quien mostró una foto de la pequeña escultura. A todas luces, la señora Pedro realizó indagaciones sobre el santo católico con los frailes de la orden franciscana que emprendió la misión evangelizadora en aquellas tierras. Los frailes convencieron a la piadosa mujer de que, al marcharse los misioneros, sus catequizados congos decidieron sincretizar al personaje del Santoral católico con un dios propio, llamado Ta Makuende Yaya, y tallaron la imagen surgida de su imaginación.

El relato contado a la señora Pedro permite suponer que la estatuilla fue esculpida en el Congo, y ello debe haber ocurrido forzosamente antes de la prohibición de la trata en la Isla. En los años 40, Don Fernando Ortiz, después de examinarla minuciosamente gracias a la gentileza de María Pedro, pudo comprobar que la talla era de una antigüedad asombrosa.

Los informantes de la zona afirman que ya en 1800, en el antiguo ingenio Las Mercedes, también conocido como Menocal (apellido de sus dueños Don Francisco y Don Pedro García Menocal), la imagen tenía su propio "templo" —una pequeña construcción de cujes y guano, revestida de arcilla blanca— y una pléyade de devotos: los esclavos congos (mayoritarios en la dotación del ingenio), que venían a buscar consuelo y a llorar sus desventuras ante Ta Makuende Yaya.

Cuenta la tradición oral de la zona que al ser abolida la esclavitud en la Isla los congos fueron a refugiarse en lo que después se conoció como el Pueblo Viejo de Quiebra Hacha, llevando consigo su imagen. La casa 195 de la antigua calle Maceo fue su nuevo hogar, donde permaneció hasta la edificación de la capilla en que ahora reside.

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