| Semblanza en rosa |
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| La ascendencia de un degustador de langostas al pincho: Claudia Furiati y su biografía 'consentida' de Fidel Castro. |
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| por MIGUEL RIVERO, Lisboa |
Parte 1 / 5 |
En el Tomo II de la "biografía consentida" de Fidel Castro, de la escritora brasileña Claudia Furiati, el autor del prefacio, Marcello Cerqueira, promete al lector: "Claudia se ha dedicado a estudiar a Fidel, conocerlo profundamente, reunir material para escribir un ensayo en el cual la fascinación que el líder ejercía sobre ella no le impidiese adoptar un distanciamiento con sentido crítico...".
Sin embargo, la lectura de este segundo tomo (cerca de 500 páginas) se convierte en un verdadero via crucis, que no pudo ser soslayado por el compromiso de ofrecer a los lectores de CUBAENCUENTRO una evaluación final de la obra. El prefacio de Cerqueira es en sí mismo una burla cruel.
Son tantos los párrafos que reproducen discursos de Fidel Castro, que la biografía se acerca a un panfleto político.
Por otro lado, la autora trata de presentar un análisis de la situación internacional (por supuesto, siempre aparece Castro como figura principal), pero de manera tan dispersa que resulta penosa la lectura.
La obra abarca desde el triunfo de la revolución, el 1 de enero de 1959, hasta llegar casi a nuestros días, pues termina con toda una larga parrafada de Castro, en 2000, cuando se dedica a la "reestructuración de la política cultural", según la autora, y que otros analistas han preferido denominar una "Revolución Cultural al estilo cubano", pero con algunos matices que coinciden con el proceso de ese género iniciado a mediados de los años 60 en la República Popular China.
Un aspecto que la escritora brasileña no puede ocultar es cómo Castro, de forma maquiavélica, va separando del poder a futuros adversarios, o personas que pudiesen hacerle sombra.
Comenta Furiati que cuando se formó el primer gobierno "para una etapa de transición", ya Fidel Castro partió de la hipótesis de que "una parte significativa de sus integrantes abandonaría los puestos, o de ellos serían naturalmente eliminados, debido a las transformaciones".
Ya en el capítulo 39, bajo el pomposo título de El ave fénix y el cóndor, la autora señala que "Fidel, en su eterno movimiento pendular y modulado, iba apartando a aquellos que no tenían cabida en su orden revolucionaria".
Esta última cita, que se refiere al período de mediados de los años 60, lleva a la autora a admitir que ya estamos frente a "un Fidel cada vez más altivo, autónomo y agresivo". Se cuida mucho de caracterizarlo de autoritario, pero queda implícito.
La obra sirve para recordarnos acerca de algunas tomaduras de pelo de Castro a los cubanos y a la opinión pública internacional, como durante el primer viaje a Estados Unidos, en 1959, cuando declaró: "Queremos establecer en Cuba una verdadera democracia, sin rostro de fascismo, peronismo o comunismo... No hay dictadura que soporte una prensa libre, que es su enemiga número uno".
La verdad es que no hubo que esperar mucho tiempo para que el mundo conociese la esencia "democrática" de la revolución cubana. En lo que se refiere a la prensa libre, basta observar el continuo hostigamiento a los periodistas independientes en Cuba para darle toda la razón a Fidel Castro acerca de que, efectivamente, ha establecido hace muchos años ese régimen dictatorial en la Isla.
En su afán por presentar al dirigente cubano como un gran visionario, Claudia Furiati llega a afirmar que Castro ya tenía "la clarividencia" de que la invasión de 1961 se produciría por la Ciénaga de Zapata.
En múltiples ocasiones, ha sido el Máximo Líder quien ha asegurado que el mando militar cubano no sabía a ciencia cierta por dónde desembarcarían los denominados "mercenarios", aunque hay que adjudicarle al Comandante en Jefe que adoptó la decisión acertada al momento de definir que el golpe principal era en Playa Girón, pero llegó a esa conclusión después de que el desembarco se había producido.
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