Miércoles, 22 mayo 2002 Año III. Edición 371 IMAGENES PORTADA
Cultura
Mensajeros del futuro

La presencia cubana se hizo notable en las ceremonias de graduación del Miami-Dade Community College.
por ALEJANDRO RíOS, Miami  
Presidente del MDCC Eduardo J. Padrón

Miami-Dade Community College, institución de educación superior del sur de la Florida que tiene, prácticamente, la edad del exilio, graduó a cerca de 6000 alumnos la pasada semana en ceremonias multitudinarias que se fueron celebrando consecutivamente desde la mañana hasta entrada la noche.

Subieron más González que Smiths a los escenarios dispuestos para sus seis recintos, desde Homestead y Kendall, al sur, hasta el Inter American, en la Pequeña Habana, y el Wolfson, en el downtown, pasando por el Recinto Médico, cerca de los más importantes hospitales de la ciudad y el Norte, que presta servicios a nuestros coterráneos en Hialeah, el sitio más cubano del Condado Miami-Dade. Es el college que más diplomas concede en los Estados Unidos cada año y donde más personas de origen hispano se gradúan en busca del sueño americano.

La presencia cubana entre los graduados se hace ostensible tanto en el alumnado como entre los profesores y familiares que se visten de domingo, cámaras en mano, para no perderse tan grande acontecimiento en la vida de sus hijos, nacidos o criados lejos de la añorada isla de sus sueños y pesadillas.

Entre el rumor de los muchachos se escucha el "chico" característico de los cubanos junto al más americano de los cool que se pueda imaginar, pronunciados con similar rigor lingüístico.

Las abuelas enjugan lágrimas furtivas; las madres ultiman el buen vestir arreglando las togas y otros atuendos del ritual, mientras los padres gritan, con marcado entusiasmo, los nombres de sus vástagos desde las gradas: "Emilio", "José", "Pedro"...

En las seis ceremonias ha estado presente, casi con el don de la ubicuidad, un hombre de baja estatura, de enérgico mentón, que no disimula su alegría. Es como un deja vu de su propia vida que se repite puntual cada año, y él lo disfruta como nadie. Una vez estuvo entre los graduados, pero antes debió llegar de la Isla, sin sus padres, a la edad de 14 años, acompañado de su hermano, sin saber ni una palabra de inglés.

Sus progenitores ya están sepultados en tierra de Miami, pero vieron los resultados de sus desvelos cuando le inculcaron la obsesiva idea de que lo principal era educarse de manera apropiada en el nuevo mundo.

El hombre que felicita y da la mano a cada uno de los miles de diplomados es Eduardo J. Padrón; ha crecido a la par de la institución que hoy preside con éxito. Es un soñador con los pies sobre la tierra, otro talento al servicio de la diversidad cultural de Miami.


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