Viernes, 10 agosto 2001 Año II. Edición 180 IMAGENES PORTADA
Cultura
Una red informática del Tercer Mundo

'Café Internet del Tercer Mundo', instalación de Abel Barroso, recrea la dimensión de lo cotidiano desde el territorio de lo virtual
por DENNYS MATOS  

Una de las características del arte actual es la vocación iconoclasta respecto a las tradicionales normas de funcionamiento interno de la esfera artística. Un ejemplo evidente de este fenómeno lo encontramos en la indeterminación de los límites que separan las diferentes manifestaciones plásticas. En el modernismo, las fronteras entre pintura y escultura o grabado, por ejemplo, eran precisas, y sobre esa delimitación, con sus respectivos saberes, se basaba toda la producción del campo artístico. En cambio, las artes de nuestro tiempo no sólo transgreden los límites, con lo que desvirtúan el valor de esas fronteras históricas, sino que también prescinden de su contenido estético en la medida en que la especificidad de éste queda diluido en híbridos expresivos más inclusivos y abarcadores. Así nacen modalidades plásticas del arte post moderno, como las instalaciones, los environment o el performance, que sin duda renovaron en lo más profundo la dimensión comunicativa del arte.

Café Internet
Café Internet del Tercer Mundo (A. Barroso)

En la obra de Abel Barroso esta mirada inclusiva, este multimedia expresivo que recorre la estética del arte actual, es una intención que puede apreciarse en Café Internet del Tercer Mundo. Una instalación realizada en la Taberna del Morro, en cuya fachada colgó el cartel que titula a la obra. En ella el artista monta, a modo de simulacro y valiéndose de cámaras digitales, ordenadores e impresoras, todo un dispositivo informático con el que se intenta recrear las atmósferas de los cafés internautas del primer mundo. Las personas entran a la Taberna del Morro, creyendo que van a encontrarse con una red de últimas tecnologías informáticas. Pero, en su lugar, encuentran máquinas artesanales con mecanismo de madera y funcionamiento manual; es como la antítesis del ordenador frente al ábaco. Este hecho da una vuelta de tuerca que cambia las connotaciones lúdicas y comunicativas de la experiencia, al menos a la manera en que éstas son concebidas en las ciudades del mundo desarrollado.

La obra de Abel Barroso propone una intervención en el espacio público, subvirtiendo los resortes del interés que, en este caso, despierta el empleo de las nuevas tecnologías de la información. Logrando de este modo que las reacciones del público y su interrelación con las piezas de la obra sean pilotadas no hacia la admiración y consumo de las expectativas informáticas, como sucede normalmente, sino hacia una reflexión entorno a la imposibilidad productiva de un país tercermundista para desarrollar las tecnologías de vanguardia, hacia la escasez y precariedad de la estructura socio-económica y las consiguientes secuelas de atraso y dependencia que esta situación trae consigo. Por otro lado, el artista incluyó, en las distintas piezas, cartas, e-mails y otros textos reales que en su conjunto ofrecen una visón más antropológica, si se quiere, a cerca de la relación del hombre con las nuevas tecnología de la informática, reconstruyendo a través de estos fragmentos la forma en que influye en las relaciones humanas, en la vida cotidiana, en el lenguaje y en el pensamiento, el uso comunicativo de estas redes de máquinas.

Café Internet del Tercer Mundo también destila una crítica sarcástica dirigida a las producciones artísticas que abusan del empleo de las tecnologías como recursos simbólicos de expresión. Obras en las que una sobresaturación de estos recursos amenaza con diluir, o incluso suplir, la expresión de un verdadero contenido artístico. De ahí que en esta instalación de Barroso, la presencia de la tecnología no esté señalada (desactivada) como algo que tiene un sentido o un fin en sí mismo, sino como elemento en función de una práctica artística más comunicativa y eficaz.


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